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Combatiendo tormentas en el fiordo Cahuelmó

Esta fue, quizás, una de las navegaciones más duras de las cuales he participado, una inolvidable invitación a recorrer las aguas del respetado sur de Chile. Cuando Lobos Producciones me contactó para invitarme a esta aventura, no lo dude ni un segundo. Es realmente un desafío, ya que mi experiencia navegando ha sido mayormente en el Caribe y canales patagónicos protegidos del mar abierto.

Había navegado varias veces en esa zona, pero en embarcaciones grandes y a motor. Estar navegando a vela, trabajando en cubierta con lluvia, frío y mares violentos iba a ser, sin duda, algo intenso.

La misión era zarpar de Chiloé hacia el estero Comau e interceptar al yate Athmosphere, de Nomads of the Sea, para hacer fotos y tomas en helicóptero junto el yate Avril, velero de origen finlandés que sería nuestro hogar durante ocho días.

Salimos de Pucón rumbo a Chiloé con la camioneta cargada de alimentos, equipos y ánimo. La tripulación estaba compuesta por Francis, experto navegante francés, Antonio Lobos y su hijo Daniel, el capitán Octavio Nef y yo. Llegamos a la marina de Quinched unas horas antes de que se escondiera el sol y preparamos la partida rápidamente para pasar nuestra primera noche en una pequeña isla que estaba cerca, y así despertar ya inmersos en la aventura y empezar el segundo día con mucha energía.

Salimos temprano rumbo a Apiao, otra de las islas de Chiloé, y, como las condiciones para navegar eran óptimas, decidimos seguir navegando durante la noche y aprovechar a cruzar el canal de Corcovado para llegar a costas continentales.

El tercer día despertamos con una linda vista a la irregular costa chilena y también tuvimos la suerte de ver una ballena dando vueltas cerca del velero. Luego seguimos nuestro viaje rumbo a las termas de Porcelana, donde pasamos la siguiente noche.

Hasta el momento, el viaje era bastante agradable, así que nos animamos a ir a las termas antes de que cayera el sol. Siempre es increíble entrar en el bosque patagónico, lleno de vida, humedad, colores, olores, sonidos… Si le sumamos a eso una terma natural se convierte en el paraíso mismo.

El cuarto día despertamos tranquilamente en Porcelana y, pese al anuncio de un viento con rachas de veinte nudos, decidimos zarpar rumbo al fiordo Cahuelmó en busca de otras termas. Tuvimos una navegación fuerte, pero bastante entretenida, digamos una navegación deportiva.

Llegamos al fiordo sin novedades pero, ya que se anunciaban vientos, decidimos tirar ancla y una cuerda a tierra para que el velero no girase y estuviera en la posición correcta para romper las olas durante la noche. Una vez que estaba todo en orden y con atención especial a los anclajes, comimos y vimos unos documentales sobre erupciones volcánicas.

Estábamos en un lugar alucinante que me traía muchos recuerdos, ya que el 2011 tuve la oportunidad de visitar este mismo fiordo. En esa ocasión una pequeña embarcación artesanal nos dejó en el lugar y nos fue a buscar cinco días después. Acampamos con lluvia en el bosque, al lado de las termas, una experiencia alucinante.

A las 22.00, listos para ir a dormir, sentimos cómo el viento aumentó rápidamente y las olas comenzaron a golpear violentamente contra el casco del velero. Rápidamente salimos a cubierta y Octavio, el capitán, tomó la decisión de salir de ese lugar de inmediato, ya que el velero se estaba acercando a las rocas y las olas tenían un tamaño considerable. Todo esto pasó en un lapso de tres minutos.

Cada uno tomó su posición y empezamos la operación de inmediato. El capitán prendió los motores y guió el velero para mantener su posición respecto a las olas. Antonio cortó la cuerda que iba a tierra y el resto fuimos a la proa para subir el ancla.



El viento era una locura, con visibilidad nula. ¡Solo el sonido de las olas rompiendo en las rocas nos daba una pauta hacia donde no debíamos ir!

En ese momento yo estaba sacando el seguro de la cadena del ancla, Francis me agarraba por la espalda por cualquier cosa y Daniel manejaba el huinche eléctrico de la cadena, mientras que la proa se hundía absolutamente dentro de las olas, con el agua llegándome hasta las rodillas, mientras esperaba pequeños instantes entre ellas para ver la cadena y sacar el seguro.

Logrando salir de ahí, decidimos encontrar un lugar con mejor protección de los fuertes vientos del norte. Navegamos toda la noche confiando a ciegas en los instrumentos. Lo más seguro en esos momentos es enfrentar todo el rigor de la tormenta en aguas más abiertas. En la mitad del caos, empezó a granizar, pero en cubierta casi todos gozaban de más experiencia que yo y tenían sus tareas muy bien organizadas, así que decidí entrar y encargarme de la parte táctica, haciendo lo posible para fluir con la situación. Entre mapas y libros, me puse a buscar un buen fondeadero cercano y, después de un rato, encontré un pequeño lugar llamado Puerto Bonito, donde tendríamos la protección necesaria.

Subí a darle la información al capitán, quien no dudó en decidir que ese sería nuestro próximo destino. Navegamos contra el viento durante seis horas de caos: el agua entraba por la escotilla, se escuchaban constantes crujidos y una pequeña vela daba estabilidad a la nave mientras el motor luchaba con todas sus fuerzas.

A las 4.20 llegamos a Puerto Bonito sin visibilidad. Es un puerto difícil de arribar, ya que la entrada es estrechísima y no hay luces ni faros como referencia. Solo con fe en lo que nos mostraba el radar logramos entrar, nos amarramos a una boya y finalmente ¡a descansar!

Al día siguiente nuestras caras hablaban por sí solas: no hay fotos ni videos de la tormenta, ya que era realmente imposible pensar en tomar una cámara. Fue una situación extrema.

Ese día secamos la ropa y el bote entero, nos alimentamos bien y juntamos fuerzas para volver.  Al sexto día, la tormenta había pasado así que decidimos volver a Chiloé, pues estaba descartado el plan de interceptar alAtmosphere por fuerzas mayores.

El mar estaba tranquilo y navegamos durante dos horas hacia el Corcovado. De repente, el capitán mira una nube negra en el horizonte y nos dice que sería mejor regresar a Puerto Bonito, ya que traía viento. El fenómeno se confirmó rápidamente con fuerte granizo.

En la lucha por volver, todos nuevamente mojados y congelados,quedamos con una vela rota, que arreglamos en Puerto Bonito, donde pasamos otra noche.

El séptimo día partimos finalmente hacia Chiloé con buenísimas condiciones y, usando todo el potencial de las velas, llegamos a la marina de Quinched, donde pasamos la última noche a bordo para, a la mañana siguiente, volver a Pucón, cansados, pero con la alegría de habernos enfrentado a una tormenta de las grandes y salir todos a salvo.

Fueron momentos de supervivencia, donde se aprende mucho del trabajo en equipo y de mantenerse alerta en todo tipo de situaciones. Son esas cosas que, en el momento, decís: “nunca más”’ pero, cuando se presentan de nuevo las enfrentás sin duda alguna.

Agradezco tener estas oportunidades de aventuras y aprendo de ellas en cada momento.¡Gracias a la tripulación y un gran saludo para el que esté leyendo!

www.sailingchileanpatagonia.cl – www.lobosadventures.com – www.chicogonzalez.cl

Informes: Fontinalis Fly Fishing Mendoza – Tel +5492617046112

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