Inicio / Suplementos / Pesca Deportiva / Piques en la Piedra Mora

Piques en la Piedra Mora

Ante una bajante extraordinaria del río Paraná, llegamos hasta Santa Elena, para intentar la pesca de bogas y cachorros de surubí que se estaban dando en la zona de la Piedra Mora.

Por Ariel Robledo

El río Paraná viene registrando una bajante histórica, que en muchos casos ocasiona la reducción de ambientes para la pesca, o el cambio de lugares por donde encontrar los piques. Esta cuestión netamente natural de nuestro gran río a modificado cursos de agua, ambientes, sitios por donde los cardúmenes se desplazan. Para encontrar los puntos más rendidores de pesca, los aficionados y los guías deben ir leyendo el comportamiento de las aguas, y observando la concentración de las aves que son los mejores indicadores que tenemos para ubicar el paso de la carnada y, por ende, la presencia de predadores.

Llegamos a Santa Elena, después de una torrencial lluvia que había caído durante el fin de semana, y sabiendo que esta condición climática suele modificar las situaciones de pesca. Así y todo teníamos mucha fe de poder lograr una nota diferente y, con las esperanzas, intactas nos lanzamos al río.

Navegamos en dos lanchas, una de la Magdalena Fishing y otra de Cabañas Las Piedras. El objetivo era llegar hasta el sur, a la zona de la Piedra Mora, pero en el trayecto aprovechar para ir testeando las piedras que nos quedaban de paso en busca de algún pique de dorado.

La bajante extrema del río dejaba al descubierto piedras que generalmente las pescamos con una altura mayor, casi un metro y medio más de agua. También ésta modificación en el nivel ha provocado que la velocidad del agua disminuya, y por lo tanto no encontramos tantas correderas como cuando el río está alto.

Igualmente podíamos ver mucha actividad de aves acuáticas en las costas, y seguramente se estaban alimentando de mojarras o pequeños peces. Este indicador nos alentó a intentar con señuelos en busca de piques. Tras varios minutos de búsqueda y sin respuestas, le culpamos al viento y la lluvia anterior que las condiciones hayan cambiado. Era extraño que ni siquiera los pequeños doradillos no estuvieran activos. Pero… la pesca tiene esas cosas, y por ello es tan atrapante.

Seguimos avanzando, con la idea puesta en los dorados, hasta que cambiamos la técnica: dejamos los señuelos y pusimos carnada natural, pensando que por la tonalidad del agua el cebo natural sería más efectivo.

Logramos un par de piques de doradillos, pero nada importante. Indudablemente, los dorados, por algún motivo no estaban con hambre, o por lo menos no en la costa que nosotros testeábamos.

Lentamente la mañana se escurría, y cerca del mediodía llegamos hasta la Piedra Mora. Realizamos varios intentos con señuelos, hasta que conseguimos de casualidad prender una boga en uno de los anzuelos. Esto nos puso en alerta, e inmediatamente preparamos los equipos para pescar bogas. Con la misma carne de la boga que habíamos patejeado, hicimos tiritas para encarnar en anzuelos pequeños.

Nos anclamos unos metros antes de la piedra donde se abrían dos correderas importantes. De vez en cuando se veían cazar dorados, pero no pudimos tentar ningún pique.

Ya con todo listo, nos dispusimos a pescar bogas. Con unos plomos corredizos y circulares de 40 gramos, iniciamos las pruebas. Apenas cayeron las carnadas al agua, empezamos a tener toques sutiles. Hasta que Mario en uno de esos piques sintió la bajada de su caña de manera brusca. Con solo parar su vara ya tuvo a la primera boga en la punta de la caña. La pelea se prolongó unos minutos, y pudimos plasmar la primera foto de esta nota. Ya con los ánimos renovados, seguimos probando. El secreto era dejar que el aparejo cayera hasta el fondo y no moverlo, ya que había muchas piedras, y si movíamos el aparejo se terminaba enganchando del fondo.

Unos minutos más tarde le tocó a mi caña, y la verdad que lo disfruté muchísimo. Un toque leve y después la llevada franca. La boga que se plantó en la corredera y un buen trabajo me llevó arrimarla hasta la lancha. Sinceramente un gran placer disfrutar de la pesca de esta especie que gusta a muchos aficionados.     

Fueron un par de horas que estuvimos a puro pique y también cortes, ya que las piedras eran el mayor impedimento que teníamos. La diferencia que tenemos cuando pescamos bogas en nuestra zona, con carnada (tiritas de sábalo o boga) es que podemos dejar que “juegue” un rato el pez y esperar la llevada franca, algo que cuando pescamos con maíz no sucede, porque cada toque, si no estamos atentos, es un pique que erramos.

Descanso y la tarde

Bajo la frondosa sombra de los árboles isleños aprovechamos a descansar y reponer energías, y de paso planificar la tarde. Frente a la zona donde almorzamos, veíamos aves sirviéndose su dieta, e intuimos que podían estar cazando algunos dorados, y también surubíes.

Muy despacio nos fuimos acercando a la costa en donde veíamos los movimientos. Unos metros antes nos anclamos y lanzamos los aparejos con morenas como cebo, en mi caso un aparejo verilero y plomo de 60 gramos.

Aguardamos unos minutos, hasta que siento en mi caña dos leves llevadas. Aguardé unos minutos, parece mentira, pero esa sensación de alerta acelera los latidos del corazón, aun habiendo pescado tantas veces. Nuevamente los toques, por último un sacudón y la llevada. Imagino la carnada en la boca del pez y trato de no fallar en la clavada. ¡Ahí está! y la caña que se curva al máximo con los típicos cabezazos de un cachorro. ¡Qué alegría! nos provoca este pez. Lo disfruté, aún siendo de un tamaño chico, pero siempre es lindo toparse con estos pintados. El lugar era ideal, y al elección no fallaba. Unos minutos más y el pez posando para las fotos y ¡luego su devolución!

Seguimos probando en el lugar, y Mario tiene una linda corrida, pero no logra concretar el pique. Después le sigue otra llevada en mi línea, que también fallo. La pesca es así, no importan las veces que hayamos pescado, a veces el error hace que el pez gane la batalla, y en este caso los cachorros ariscos no dejaban que el anzuelo hiciera daño en su boca.

Varios piques, hasta que aparecieron la palometas y nos obligaron a cambiar de lugar para evitar perder tanta carnada.

Fuimos al encuentro de la otra lancha que se había dedicado a pescar bogas y lograr un par de piques y capturas más.

Ya de regreso a la ciudad, pasamos por un par de piedras a las cuales testeamos con los señuelos y nos dieron algunos doradillos.

Si bien no fue una salida con portes descomunales, Santa Elena, nos dio la pauta que es un pesquero que jamás nos dejará sin piques, tarde o temprano las emociones llegarán.

Arribamos a la costa y nos dirigimos hasta Cabañas Las Piedras, en donde cerramos nuestra visita con un brindis, y una picada excepcional.   

Se viene el verano, las playas, la pesca, la naturaleza y los carnavales, harán de este destino entrerriano un collage de actividades ideales para disfrutarlas con toda la familia.

Servicios:

Cabañas Las Piedras: totalmente equipadas, con quincho, piscina, desayuno, ropa blanca, excursiones de pesca, salidas en lancha. Contacto: (03437)- 480-984 | (03437)-15488006/7

cabanaslaspiedras@hotmail.comFacebook: Cabañas Las Piedras

La Magdalena pesca y apart: Alojamiento, apartamentos totalmente equipados, excursiones de pesca, lanchas amplias.

Teléfono: (03437) 15442575 lucasdzanon@gmail.comFacebook: La Magdalena Apart y Pesca

Deja un comentario

Abrir chat
Hola ¿Quiere que hablemos?
Si desea comunicarse con un representante de la Revista El Pato, lo invitamos a contactarse por WhatsApp