Claro, conociendo finalmente el lugar, pudimos ver que aún hoy, a pesar del avance febril de la agricultura moderna, Chivilcoy sigue haciendo honor a su origen araucano que significa “todas las aguas”
Texto: Néstor Baldacci – Fotografías: Damián Gallo
Como hace ya un par de años, arranca la temporada y tenemos un “turno” fijo con nuestro amigo Facundo Gómez, a quien conocí a través de las redes sociales y por intermedio de otro amigo virtual, me refiero a Carlitos Asencio. Automáticamente congeniamos y organizamos la primera salida juntos allá por el 2016 o 17 no recuerdo, y a partir de ese momento, Chacabuco en la provincia de Buenos Aires y su zona de influencia se han transformado, como dije antes, en un destino seguro y confiable temporada tras temporada.
Por contraposición, como Facundo alias “Faco” es fanático de la pesca, terminada la temporada de menor, ya estamos programando seguro una salida de pesca por mi zona en busca de los dorados si hay aguas claras, o de surubíes y manduvés si el río viene turbio y no es apto para señuelos. Pero la nota es de caza así que volvamos por lo pronto a tierras bonaerenses. La temporada es corta y el clima, aún hoy a mitad de junio cuando escribo, no está ayudando para nada, al contrario, sigue el calor y la humedad en toda la región central y norte del país, y del invierno ni noticias. Elegimos el mes de Mayo para la cacería y creo que acertamos, porque al momento de hacerla, por lo menos el clima era un poco más fresco.
Partimos desde Santa Fe, con mi hijo Gastón y Damián Gallo en las cámaras para la gráfica de Revista El Pato y los videos de Fogón Amigo, alrededor de las tres de la tarde, arribando a Chacabuco luego de atravesar la tediosa salida de Rosario hacia Pergamino, aproximadamente a las 20 hs., justo cuando Faco ponía el asado sobre la parrilla y nos servía un buen fernet bien helado… así da gusto viajar ¿no? Hicimos noche en la casa de nuestro anfitrión luego de una extensa sobremesa, así que cuando el despertador sonó a las 7 de la mañana costó bastante arrancar los motores y despegarse de las bolsas de dormir. Tomamos unos mates y cuando ya aclaró arrancamos para un campo en la zona de Chivilcoy.
Aclaro que en esta oportunidad no viajé con mi vieja compañera de aventuras, mi perra Lola de Casa von Fürth, una Pointer nacida el 29 de setiembre de 2009 que si bien goza de muy buena salud, se me está poniendo vieja y he decidido no desgastarla, intercalándole las salidas a lugares más cercanos a mi domicilio. No es nada fácil tomar esa decisión, pero he puesto todas las opciones, ventajas y desventajas en la balanza y creo estar haciendo lo correcto. La quiero demasiado y sería bueno prolongarle la calidad física todo lo posible. Tranquilamente podría haber cazado con mi hijo junto a Huayra, su pointer de dos años y medio, pero la generosidad de Faco superó las expectativas y me consiguió prestada para la ocasión a la hermana de su perra, me refiero a Shina de Don Milkos que ronda los tres años de edad y es realmente preciosa como podrán apreciar en las fotos.
A esta joven la llevó su dueño Juan, que es el titular del criadero “Don Milkos” el viernes a la noche y la devolución la hizo Faco con posterioridad a nuestra partida así que renuevo por este medio mi gratitud por el gesto de prestarme su perra para cazar…
Arrancamos rumbo a Chivilcoy una vez que levantó un poco la niebla y previa entrevista telefónica con Ariel Robledo y Huguito Giardino para LT10 donde aproveché para comentar un poco la resolución de la temporada de caza santafesina. Finalmente llegamos al campo, alrededor de las 9 de la mañana con un sol espléndido y una leve brisa bastante fresca del noreste. Es un campo bastante grande y por lo menos donde anduvimos nosotros, es todo un enorme pastizal, que por momentos se pone bastante espeso para caminar y es altamente recomendable el uso de unas buenas botas.
Como decía en la introducción, cuando uno se sumerge en la zona rural de Chivilcoy entiende el por qué de su nombre, un vocablo araucano que hace referencia justamente a la cantidad de aguas, bajos y lagunas que la surcan. Cuando uno se para en el medio del potrero, para donde mire, seguramente va a detectar aunque sea un pocito lleno de juncos, signo inequívoco del bajo, y el resto obviamente es cañada y pastura… quizás por eso, aún hoy, a pesar del avance desenfrenado de la agricultura y especialmente de la famosa soja, que durante su crecimiento es constantemente fumigada, y tras la cosecha deja kilómetros y kilómetros de tierra pelada, en esta zona de bajos, aún se encuentren potreros de los buenos, donde hasta tuvimos la suerte de ver unas cuantas coloradas.
Sin embargo, y muy lamentablemente, como nos comentaba Faco, año tras año se viene reduciendo el hábitat señalado, ya sea porque se suman hectáreas de soja, o bien, como ahora vimos, por el tendido de una nueva autovía que unirá Buenos Aires y Mendoza, así que el panorama no es alentador… Veremos cómo se adapta la fauna, en los duros años venideros, y ojalá logre recuperarse como lo está haciendo en Santa Fe.
La cuestión es que, entre mates, entrevistas y charlas llegamos al campo cerca de las diez de la mañana. Con la adrenalina típica de la edad, Gastón salió disparado con Huayra rumbo al primer potrero, iba con su escopeta FAIR superpuesta calibre 20 y cartuchos Orbea y RD munición 7. Lo siguió de cerca y hacia la izquierda Faco con su perra Skar de Don Milkos, que hoy ya pertenece al afijo “Aira” (De los vientos) que es el criadero que ha decidido iniciar nuestro amigo, dedicado a razas británicas, pointer y setter inglés hasta el momento. Faco haría la primera tirada del día con mi escopeta yuxtapuesta calibre 14 marca RENO y un puñado de cartuchos Orbea munición 5 y 7.
Para lo último quedé yo con Shina (Gina no recuerdo cómo se escribe correctamente) y mi escopeta Boito superpuesta calibre 20 y los mismos cartuchos que Gastón. Hasta ahí, todo fantástico y a muy poco de andar pude ver cómo Faco derribaba la primera perdiz con esa escopeta que heredé de mi viejo, en el primer disparo, lo cual, obviamente me produjo una enorme alegría y emoción, aunque debo confesar, no me duró mucho ya que a los pocos metros Shina me hace una muestra espectacular, sale la perdiz y . . . “tic”, no salió el tiro! Saqué cartucho, metí otro, cerré y caminé hasta la próxima muestra, que increíblemente se sucedió a los pocos metros… sale la perdiz, apunto y… “tic” NUEVAMENTE !!!
Qué momento amigos!!! me comí no menos de seis marcas y vuelos de hermosas y gordas perdices y la escopeta que no me andaba! O sea, andaba solamente el gatillo trasero, que es el del cañón con choque más cerrado, pero el primero indefectiblemente terminaba en un tímido “tic” que me volvió loco. A todo esto el resto del equipo ni se enteraba ya que caminaban sus propios potreros y bastante entusiasmados por la cantidad de tiros que se escuchaban. La cuestión es que entre pitos y flautas se me fue la mitad de la jornada y con varios tics realizados y solo una perdiz en el chaleco, ya encaraba la vuelta a la camioneta cuando me encuentro con Damián y Faco que regresaban muy jocosos por las tomas que había logrado el camarógrafo y los aciertos del tirador. Claro, al ver mi cara y la velocidad de mis trancos, se dieron cuenta que algo raro pasaba y el horno no estaba para bollos ja ja.
Gracias a Dios, como Faco estaba usando mi escopeta, había tenido la precaución de cargar de todas formas su arma, una Yildiz superpuesta y también calibre 20, así que más allá del enorme sinsabor inicial (no se lo deseo a nadie les digo, eh) pude salir un rato a completar mi propio cupo, y, de paso, descargar un poco las ansias contenidas.
Damián se vino conmigo, respetando una prudente distancia y sin hacer demasiados comentarios, por lo menos hasta que logré los primeros derribos y me fui calmando. Era un pastizal precioso, ya amarillo a pesar de que no había helado, y con una enorme laguna que según Faco en una época era un paraíso para las taruchas pero el vertido de unos productos agroquímicos, la convirtió en un simple espejo de agua. Absorto en el espejo de agua y en el movimiento de unos gansos coscoroba que había, me vi sorprendido por una perdiz que después me dijeron, había mostrado y levantado la perra, y mi movimiento fue tan automático y cargado de ansiedad y frustración retenida, que no me di cuenta al disparar de lo realmente muy cerca que estaba el pobre ave… fue un disparo seguido de un ruido sordo, dándome cuenta de que realmente la había deshecho en el aire.
Obvio, esto me hizo recapacitar y darme cuenta de que era un privilegiado por estar haciendo lo que me apasiona, CAZAR, junto a mi hijo y mis amigos, en un campo espectacular, bien natural y con las tres perras trabajando impecablemente. Y cuento todo esto, no porque me enorgullezca precisamente, sino porque quizás (espero que no) a alguno de Uds. le haya sucedido algo similar y reaccionó parecido a mí, con enojo y frustración, y la verdad es que está bueno aprender y cambiar. Es tan pero tan lindo cazar, y no me refiero al simple y matemático hecho de agarrar, matar presas y sacarse una foto para vanagloria propia, sino al sentido más profundo, el de estar en ese momento totalmente absorto y concentrado en los movimientos del perro, disfrutar del vuelo de nuestra presa y de un disparo certero, que no la deje irse herida (sino más vale fallar) y compartir esos instantes con nuestros seres queridos.
Me sirvió y seguramente no voy a repetir mi comportamiento, aunque lamentablemente el “costo” fue el de una perdiz que no sirvió ni para empanada…
Seguimos en ese hermoso potrero y después en otro, un verdeo de cebada que también nos regaló sus presas y ayudó a completar mi cuota del día. Así que todos satisfechos, y también un poco acobardados por el viento norte que ya era bastante intenso y frío, pegamos la vuelta a Chacabuco, con la idea de recargar baterías (léase comer el asado que sobró de la noche anterior y tomarse unos buenos aperitivos)
La última salida de esta aventura fue corta, ya que debíamos regresar a Santa Fe. Con Faco intercambiamos escopetas, volviendo y me prestó un chaleco color verde entero porque había ya guardado el mío para el viaje. Encaramos un potrero realmente interminable, que acorde con la zona, tenía más o menos una tercera parte bajo el agua y el resto, de terreno algo más alto, presentaba una pastura natural como las que uno suele ver en la sabana africana, realmente espectacular. Nos quedaba poco tiempo y el terreno era enorme así que salimos todos un poco juntos y despacio nos fuimos separando, buscando cada uno la mejor suerte, sin embargo, para asombro nuestro y sobretodo de nuestro anfitrión, casi no había perdices en semejante pastizal.
La verdad es que no entendemos mucho los motivos, porque a ojos vista saltaba que el potrero estaba espectacular. Se notaba que hacía años no se lo sembraba con nada y tampoco había una gran presión ganadera, así que en principio debería haber sido un paraíso para las perdices… Pero los hechos demostraron lo contrario, caminamos para el campeonato y las tres perras hicieron su máximo esfuerzo por encontrar algún rastro, sin embargo, ajustando la puntería apenas obtuvimos un par de perdices cada uno, dejándonos un sabor amargo y las dudas acerca de los motivos para que semejante campo no tuviera caza.
Más allá de este dato, anecdótico en el resumen, lo cierto es que vivimos una nueva y espectacular aventura en la zona de Chivilcoy / Chacabuco, reafirmando la idea de la excelente caza que posee la provincia de Buenos Aires en sus zonas mayormente dedicadas a la ganadería. Faco, como siempre, fue un anfitrión de lujo y bueno, por último, renovar el agradecimiento a Juan que me prestó una perra de su criadero para que cace cómodo durante mi estadía.
Veremos como sigue la temporada en su último mes, esperando que mejore el clima y se instale el frío y las heladas típicas de lo que hasta hace unos años era el verdadero invierno. Buena caza para todos!