Ahí las vas a encontrar… sólo si perseveras y encarás la sierra con actitud… entonces sólo quedará lo mejor, lo más difícil, acertarle a la brava perdiz serrana que usa el contorno para esquivar la perdigonada
Texto: Néstor Baldacci – Fotografías: Damián Gallo
Ya en marzo, cuando empezábamos a planificar la temporada de caza menor, nos habíamos propuesto aceptar la invitación anual de Hugo Fantoni para visitar las serranías bonaerenses y cazar las bravas perdices que las habitan.
También hablamos por entonces que la economía del país y los tremendos costos que suponen un traslado iban a condicionar bastante nuestras opciones. Sumado obvio a las más que desalentadoras y absurdas resoluciones provinciales que fijan especies, cupos y fechas de temporadas de caza, cada día más alejadas de la realidad y más “acordes” con la políticamente correcta afición por ir prohibiendo de a poco esta actividad ancestral, sin medir, obviamente, las consecuencias económicas y AMBIENTALES que eso implica. Pero bueno, ya tocaremos una vez más esta cuestión en notas futuras.
Volviendo a la propuesta, como todas las que nos hace nuestro amigo, son siempre muy tentadoras, no solo por la riqueza faunística sino por los entornos que nos ha hecho conocer, y en particular, cazar perdices en las sierras de Tandilia o el sistema de la Ventana, es demasiado tentador y apasionante como para dejarla pasar, sin intentarlo.
Había varias cuestiones a tener en cuenta, las licencias que le podrían otorgar a nuestro anfitrión en un año con mucha actividad electoral (es Teniente Coronel del Glorioso Ejército Argentino y está afectado a esas misiones), el clima que imperaba en la zona, la disponibilidad del campo elegido en esta oportunidad y, por último, aunque no menos importante, nuestra propia agenda y capacidad para viajar los 900 kilómetros que nos separan.
Pero como les dije, la tentación de volver a ese entorno áspero, duro, majestuoso, era demasiado grande y pusimos como fecha el tercer fin de semana de junio, coincidente con el cumpleaños de otro gran amigo que sería de la partida, el “Turco” Luis Fusai. Ya estaba todo dicho, paciente y ansiosamente seguimos diariamente la evolución de los pronósticos del tiempo y finalmente aprovechamos el jueves feriado del 20 para armar los bolsos y dejar todo listo para partir el viernes a primera hora.
Iniciamos el viaje desde la capital santafesina, Damián y yo, con Huayra de Casa von Fürth en la caja de la camioneta, temprano ya que la idea era llegar al campo con alguna posibilidad de hacer unos tiros de última hora. Ya pasada la media mañana llegamos a Firmat donde nos esperaba Luis (festejando su cumple número 54) y Falucho un pointer precioso, cedido por un amigo para la ocasión. Tras una breve parada técnica en Firmat, continuamos rumbo a Rufino, ingresando a la provincia de Buenos Aires por Piedritas, General Villegas, etc.
Improbable que lo recuerden obvio, pero el viernes 21 de junio hizo un día maravilloso, al menos en el sudoeste bonaerense, cruzamos Trenque Lauquen y ya estábamos a menos de 200 km del destino cuando nos avisó Hugo que él estaba retrasadísimo por cuestiones de su oficio y órdenes de último momento, así que decidimos levantar un poco el pie del acelerador previendo llegar a la zona de Pigüe alrededor de las 16:30 / 17:00, y así fue nomás. Ubicada la casa donde íbamos a hacer “campamento base” empezamos a desempacar y ubicarnos, estirar las piernas y que nuestros perros hagan sus necesidades.
En eso recibimos un nuevo llamado de Hugo avisándonos que recién estaba saliendo de Bahía Blanca, pero no iba a llegar ni a palos con luz diurna así que nos dio instrucciones para acceder al campo y hacer algunos tiritos aprovechando así el primer día. Claramente la propuesta fue aceptada inmediatamente, total mates ya no íbamos a tomar porque durante el viaje usamos varios litros de agua en eso.
Cuarto de jornada:
A decir verdad, salimos más por las ganas contenidas durante el año, incrementadas por las charlas en el habitáculo de la camioneta, que por las posibilidades reales de dar con la caza en un campo que hacía un par de años no visitábamos y no teníamos ni idea de cómo estaban los potreros.
Claramente todo podría haber cambiado desde nuestra última visita, pensemos en los ciclos de sequía vs. lluvias, el trabajo mismo sobre el campo, la presión de caza, etc… Y, de hecho, si bien los potreros iniciales estaban a la vista, obvio, muy similares a “la última vez” en cuanto a densidad y altura del pastizal, grande fue la sorpresa cuando llegamos al pie de los cerros y nos encontramos con un potrero pelado casi en el 50% y repleto de vizcacheras, donde antes había un hermoso pastizal repleto de perdices.
De todas formas, nos quedaba la otra mitad del potrero para tentar la suerte y como la luz se nos iba, tampoco teníamos opciones como hubiera sido volverse a los potreros de ingreso. A bajar perros y empezar a armar las escopetas se ha dicho! La tarde, magnífica, sol, apenas unas pinceladas de nubes y escaso viento con una temperatura que no llegaba a ser fría del todo. Arrancamos con Luis separados unos 70 metros uno del otro y Damián siguiéndonos unos pasos por detrás.
Si bien, como dije, una mitad del potrero estaba peladísima, la otra, por contraposición, tenía un denso pastizal que en algunas partes nos llegaba casi a la cintura, pero en los manchones donde el pasto alto menguaba, ahí estaban las perdices… no fueron muchas, pero alcanzaron para hacer un par de tiros, e incluso para nuestra sorpresa, saltaron como 8 liebres, pudiendo abatir solo una ya que su rapidez y el denso pastizal las ponía en instantes fuera de toda posibilidad de disparo.
Fue una hermosa horita de caza, al pie de las sierras y festejando el cumple de un gran amigo, “redondito como estuche de albóndiga” como dice siempre Luis! pero apenas el sol bajó el frío empezó a hacerse sentir, y también, hay que decirlo, el cansancio del viaje, así que decidimos retornar a la casa para esperar a Hugo que seguramente llegaría de un momento a otro.
Como Turco en la neblina
Llegamos al campamento base y pocos minutos después también lo hizo Hugo junto a Uri von Marienkamp (su Braco alemán de pelo corto) y con ellos, la comida !!! Encima en un gesto muy típico de nuestro amigo, se había tomado el trabajo de hacer una torta húmeda de nueces y ciruelas para festejar el natalicio de Luis… estaba TREMEEEENDA.
Objetivo/Excusa, como actividad nocturna y a pedido del dueño del campo, teníamos que hacer el esfuerzo de salir a cazar unas vizcachas ya que la expansión desmedida de estos riquísimos roedores le estaba haciendo estragos en sus tierras. Con Hugo habíamos coordinado previamente que además de hacer esos tiritos de la tarde, la idea era individualizar las vizcacheras para que a la noche nos resulte más fácil encontrarlas, pero para ser honestos, la adrenalina de la caza nos había hecho desviar la atención y solamente individualizar más o menos aproximadamente donde estaban las más grandes.
Apuramos el ya tradicional guiso de lentejas de Hugo, sumamente oportuno y reparador para salir al frío nocturno, sin embargo, enfrentábamos un gran desafío… además del frío típico de la zona, se había levantado una densísima niebla londinense que limitaba la visibilidad a no más de 10 metros!!! Una locura, pero bueno, ya habíamos cenado, estaba lleno de vizcacheras y el cumpleañero jamás había cazado una, así que ahí nomás salimos, con más ganas que cordura.
Claramente, la cacería fue un fiasco y no por falta de vizcachas eh! A decir verdad, había vizcachas por todos lados, las escuchábamos y, en el mejor de los casos, con las linternas las veíamos, pero cuando el Turco quería apuntarles, no podía ver absolutamente nada a través de la mira, fruto del reflejo de la luz con la espesa niebla. No cazamos ni una, pero nos divertimos muchísimo a costa del cumpleañero que insultó en todos los idiomas posibles, y Damián pudo hacer unas hermosas fotos nocturnas.
Jornada completa:
Arrancamos nuestra jornada de caza bien temprano, ni bien el sol empezó a superar el horizonte. El día era aún más hermoso que el anterior, ni una nube, cero viento y una helada pampa que se hacía notar.
El plan era arrancar desde la llanura hacia las sierras previo almuerzo al pie de las mismas. Como dije, un sueño el tiempo imperante, y ni bien bajamos del vehículo empezamos a escuchar trinar las perdices por todos lados, lo cual, obviamente no ayudaba mucho para mantener la calma como podrán darse cuenta.
Antes de entrar al potrero, aprovechamos la luz de esa hora del día para grabar un video para la firma Libertad que gentilmente nos cedió unos pantalones antidesgarro y una campera liviana para que probemos. Este video y el de la cacería lo pueden ver por Fogón Amigo y El Pato TV. Realmente la indumentaria es excelente y altamente recomendable por su comodidad, estética y fiabilidad.
Hecha la pauta, y con un frío impresionante, arrancamos para el primer potrero que era un infierno de perdices. Era difícil contener los perros por la cantidad de emanaciones y más difícil era mantener nosotros la cordura. Salían perdices para todos lados, pero también, en su mayoría fuera de alcance y como la jornada recién empezaba, decidimos racionar los disparos.
Sin embargo en lo mejor que estábamos y sin motivos visibles, de golpe los rastros desaparecieron y ya no logramos hacer volar ninguna perdiz, como si todas hubieran estado concentradas en la primer parte del potrero. Caminamos un rato largo y nada, así que pegamos la vuelta con la idea de avanzar con el vehículo a otros cazaderos.
Al siguiente potrero lo caminamos de una forma bastante desprolija, sin recorrerlo demasiado ya que la idea era finalmente avanzar sobre los cerros que hay en el campo. Así y todo nos llamó la atención dos cosas: la primera, que no vimos ni una sola liebre mientras años atrás ahí había orejudas como para hacer dulce (e incluso en otro potrero la tarde anterior habíamos visto varias); y la segunda que, si bien había perdices, estaban muy dispersas debiendo caminar bastante entre un rastro y el siguiente.
Hicimos un alto de mediodía donde Hugo nos deleitó con otra de sus recetas típicas, las ya famosas gachas manchegas, un guiso rápido, sencillo y exquisito a base de panceta, chorizos y una pasta de harina que se comen directamente del disco o sartén con una cuchara y pan. Con el guiso haciendo efecto bajo el sol invernal, aprovechamos para descansar un rato y ventilar medias y botas que habían sufrido bastante la humedad matinal.
Nada mejor para hacer una buena digestión que salir a caminar dicen, no? Bueno, mejor que esto es hacerlo montaña arriba y cazando, podría agregar yo… Claro que una cosa es decirlo y otra salir con la panza a reventar de guiso. Pero el premio vale la pena. La columna de montaña que atraviesa el campo es relativamente baja aunque presenta alguna que otra pendiente empinada, y sin embargo lo más difícil de caminarla no es ni la altura ni la pendiente, sino la enorme cantidad de piedras, muchas de ellas sueltas y de gran tamaño, y el denso pastizal que cubre la franja media de camino a la cima.
Pastizal mezcla de cardos, pasto llorón y manchones de enormes concentraciones de rosa mosqueta, impenetrables por sus espinas… pero una vez que unos supera estos sectores, se encuentra sí con pasto, sí con piedras, pero también con vistas realmente maravillosas y la siempre vigente posibilidad de levantar una brava perdiz serrana. Que, a decir verdad, supongo, es la misma perdiz que encontramos en ese mismo campo más en el llano (o tal vez es otra subespecie? desconozco) pero su vuelo ahí arriba es más complejo para el tirador, muchas veces uno pierde la línea del horizonte o simplemente la presa se confunde con el fondo del entorno, o quizás a todo esto se suma el cansancio de haber caminado cuesta arriba o abajo hasta llegar a la muestra del perro, no lo sé, pero doy fe que esas perdices tienen un atractivo único y vaya si valen la pena.
Esa tarde caminamos todos más que Kung Fu, nos agotamos enormemente, tiramos relativamente poco y costó mucho encontrar las presas, pero fue una experiencia maravillosa, como siempre y sinceramente, no veo las horas de que sea la temporada 2020 para repetir!
Como siempre, les dejo un fuerte abrazo, esperando haber logrado transmitir mis experiencias.
Néstor