Texto: Luis Frixione
Fotos: Claudio Cardinale
Aunque la caza menor de nuestro país pareciera estar circunscripta al centro y norte, y reservada sólo a perdices, liebres y patos, en esta nota profundizamos el potencial que tiene la Patagonia para nuestra disciplina deportiva.
El año pasado “orejeamos” las cartas como en el truco, presentando en dos notas algunas especies poco conocidas en la caza menor argentina: las codornices y los conejos que hay en Neuquén. Pero en esta oportunidad hicimos un relevamiento un poco más profundo de las posibilidades que ofrece esa provincia patagónica para la caza menor.
Incógnita
La invitación de Ariel fue la excusa que necesitaba para cargar la escopeta al auto y sumar el perro a las vacaciones familiares, que siempre son aprovechadas para cazar y pescar. Tenía que saldar la deuda del año pasado, donde conocí la caza de la codorniz de la mano de este amigo pero me quedaba probarla cazando con mi bretón, ¿cómo se comportaría en ese terreno y con esa especie desconocida para él?
Las diferencias de las costumbres, los hábitats y la forma tan disímil de la caza de la perdiz (o inambú, como sería más correcto nombrar esta ave autóctona que fue rebautizada por nuestros abuelos por su parecido con su similar europea) con la codorniz californiana son tan notorias que era toda una incógnita el comportamiento del perro. ¿Marcaría un olor tan distinto, es decir, la reconocería como presa? ¿Aguantaría la marca de un ave tan caminadora que difícilmente se queda inmóvil como la perdiz?
Así fue como, con más preguntas que respuestas, enfilamos con familia, perro y una montaña de bártulos para Junín de los Andes, los pagos de Ariel que nos esperaba con el permiso de un “campito” propiedad de un pariente.
La Patagonia nos recibió con un poco de cenizas volcánicas que, a falta de nieve, blanqueaba con una fina capa la estepa. El plan era simple: ir en busca de las codornices y los conejos el primer día de caza y, luego, por las copetonas; porque, según rezaba el reglamento, en la provincia de Neuquén se podían cazar codornices, liebres, patos, conejos, zorros y martineta copetona. Algo más que atractivo para los amantes de la caza menor y, de hecho, nuestro anfitrión nos contó que había sido llamado por varios cazadores a raíz de nuestra nota, prueba de ello son algunas fotos que ilustran esta nota y que recibí de un camarada de mi provincia.
Al día siguiente de la llegada nos encontramos con Ariel y, luego de los saludos y charla de rigor, acordamos todo para la partida de caza al día siguiente. La salida fue bastante tarde por la muy simple razón de que estábamos de vacaciones y el frío nos acobardó, de manera tal que almorzamos temprano y salimos rajando para el lugar donde haríamos los tiros.
El campito resultó ser una ladera con bastante declive a la orilla de un río, poblado solo de neneos y coirón, más algunas cañadas con sauces y arbustos por las que corrían unos hilos de agua como vertientes.
La cosa no fue fácil, ni para mí ni para el perro, porque no había demasiadas codornices y nos evitaban con bastante éxito, aunque algunas cayeron bajo nuestras perdigonadas. La vegetación, que era muy baja, hacía que las aves nos vieran de lejos manteniendo la prudente distancia al trote hasta que levantan vuelo, también bastante lejos.
El perro estuvo siempre desorientado, no sé si por la geografía o por las emanaciones de estas aves que jamás había cazado. Muy pocas veces atinó a marcar alguna y, cuando pareció hacerlo, quedó “pagando” con el permanente caminar de la codorniz. En cambio, sí lo hizo con las liebres, tal como lo hace en la pampa húmeda.
Esto último me lleva a pensar que, quizás, la razón de su fracaso sea el continuo deambular de estas aves que, al no echarse como la perdiz, quizás no dejen emanaciones demasiado fuertes (perdone si usé demasiado la palabra quizás en este párrafo, pero quiero ser prudente porque estos pensamientos no son más que meras hipótesis). Pienso esto porque, como todos sabemos, la defensa de la perdiz es quedarse inmóvil confiando en su mimetismo con el entorno; todo lo contrario a la codorniz que se mueve permanentemente y en bandadas.
Mi conclusión, estrictamente personal y en base a esta acotada experiencia, es que no vale la pena llevar perro, no solo por su mínimo servicio que presta (solo como recuperador de las aves abatidas) sino porque la vegetación es tan rala que se ven de lejos correr las bandadas por entre los escasos yuyos.
La caza
Las caminatas se pusieron bastante pesadas cuando repechábamos el campo cuesta arriba, lo que le daba ventaja a las codornices. La estrategia que usamos fue caminar tranquilamente hasta ver las bandadas, entonces apurábamos el tranco para acortar la distancia hasta que las aves levantaban vuelo, momento en que hacíamos los disparos. La cacería me gustó mucho por lo activa y por la adrenalina que despierta ver la bandada de codornices cuando levanta vuelo… sucede que uno está acostumbrado a la caza de la perdiz y, en esta situación, ¡no sabe a cuál tirarle!
Usamos munición 7 y, dado que las bandadas levantaban vuelo lejos, rápidamente pusimos el choke más cerrado. De todas maneras, como dije al principio, no me fue fácil… pero sí divertido.
Un párrafo aparte es la cantidad astronómica de liebres que hay. En un ratito cazamos el doble de las liebres que estamos acostumbrados a atrapar en toda una jornada de caza por nuestros pagos.
En el campo donde cazamos también había unos roquedales donde los conejos tenían sus madrigueras, pero estaban muy ariscos por nuestros movimientos, la presencia del perro y los tiros que hacíamos a las codornices. De todas maneras, el mejor momento para cazarlos es al atardecer y por eso los dejamos para otro día.
Otra posibilidad para la caza menor, es la caza de conejos y liebres al atardecer o de noche, con carabinas o rifles calibre .22, lo que es muy divertido y exige otro tipo de habilidades, pues se pueden hacer tiros a la carrera.
Para cazar los conejos con las últimas luces, alcanza con apostarse a distancia prudente de las madrigueras y hacer puntería cuando salen de sus cuevas. De noche, se puede caminar despacio buscándolos con una buena linterna, pero hay que apurarse porque no se quedan quietos.
Tal como nos indicaron los biólogos especialistas que consultamos el año pasado, la caza comercial de liebres y conejos ha bajado mucho por los bajos precios internacionales, lo que está contribuyendo a la superpoblación de estos animales. Con esta sobreoferta de alimento se registran, según nos dijeron, también aumentos en las poblaciones de zorros colorados y grises, lo que determinó que se sumaran al listado de especies permitidas para la caza en los últimos años. A pesar de esto, no le disparamos a ningún zorro porque no nos place esa cacería.
La martineta copetona, especie deseada tanto por su belleza como por su carne, no es de simple caza. Las inmensidades de la estepa patagónica hace difícil encontrarla, pero cuando se la halla se cobra seguro más de una, dado que andan en bandadas. Una técnica que aconsejan los lugareños, es andar en vehículo por los caminos (internos de de los campos donde se obtuvo el permiso, por supuesto) hasta cruzar las bandadas y luego bajábamos a buscarlas con el perro. Esta cacería es un aditamento que suma razones para cazar en Neuquén, ya que no son muchas las provincias que permiten la caza de esta especie de perdiz.
Para ir cerrando
Para un cazador de la pampa húmeda, cazar en Neuquén es una oportunidad para encontrarse con especies desconocidas que permiten salir de la monotonía para experimentar la vivificante sensación de “empezar de nuevo” aprendiendo cosas diferentes en paisajes nuevos. Además podemos tener la suerte de cazar en un paisaje nevado, aunque este año tuvimos solo manchones de hielo.
Para la mayoría de los cazadores argentinos, es evidente que las distancias no permiten hacer esta cacería como una salida común de sábado con los amigos, pero es una excelente oportunidad para aprovechar unas vacaciones familiares y tomarse uno o dos días para cazar porque, para nuestra suerte, coinciden el receso escolar invernal con la temporada de caza menor.
Además, no hay razones para no aprovechar el viaje… porque hay que llevar bastante poco demás en el auto: escopeta, cartuchos y chaleco de caza.
Luego de cazar, recuerde volver con la basura a su casa, no deje los cartuchos vacíos ni las cajas tiradas en el campo, respete los reglamentos, no cace en exceso, saque su licencia… para el bien de todos los cazadores.
Agradecemos a Ariel Prieto (02944) 155 16526 por su acompañamiento y asesoramiento en esta experiencia de caza