Viajamos a los partidos de General Belgrano, Pila y Las Flores para difundir una problemática desconocida para el público en general: el creciente número antílopes, su impacto en la actividad agropecuaria y la necesidad de su control poblacional. También hablaremos sobre su caza deportiva y las posibilidades para el turismo cinegético.
Luis Frixione
El antílope de la India es una de tantas especies introducidas en nuestro país, inicialmente como ornamento en los cascos de estancias y, luego, también para su caza deportiva. Como en muchos otros casos, esos tiernos animalitos se convirtieron en un verdadero problema, tanto para la agricultura, como para la ganadería.
Sin predadores naturales y con alimento abundante, ya no hay alambrados que los paren: lo que otrora eran pequeños grupos aislados, hoy son manadas enormes que consumen por igual los brotes de los sembrados como las pasturas destinadas para el ganado.
La caza deportiva puede ser una herramienta para su control. Y el turismo cinegético es una posibilidad concreta como actividad complementaria en los establecimientos agropecuarios. Esto funciona en todo el mundo y en varias provincias argentinas… pero en Buenos Aires todavía no tiene el impulso estatal que necesita.
NO SON MASCOTAS, SON UN PROBLEMA
Si bien la provincia de Buenos Aires carece de estudios científicos profundos sobre el impacto que provocan los antílopes, los biólogos consultados no indican nada bueno.
Cuando se pregunta por los ambientes naturales, los especialistas indican que seguramente es menos nocivo que el chancho cimarrón (del cual ya hemos publicado un artículo en el número del mes de junio de este año), pero, a ciencia cierta, su presencia no es inocua. Como todo animal introducido que se adapta y prospera, lo hace a expensas de las especies locales (tanto vegetales como animales) atentando contra la armonía del ecosistema.
Y, así como es una amenaza para la biodiversidad natural, también lo es para el entorno productivo ya que consume tanto las pasturas destinadas al ganado como los sembrados. Al parecer, el impacto más visible de los antílopes bonaerenses es en lo que los especialistas llaman “agro-ecosistema” (ambiente modificado y gestionado por seres humanos para la producción agropecuaria).
Según nos narraron los productores de los partidos bonaerenses visitados, la presencia de las manadas de antílopes obliga a reducir la carga de ganado en los campos, sobre todo en épocas de sequías cuando las pasturas escasean. Las características físicas y de costumbres de este animal exótico hacen que sea imposible su confinamiento en los cuadros con los alambrados tradicionales de nuestros campos, por lo que sencillamente van donde están las mejores pasturas en detrimento del ganado vacuno.
En cuanto a la agricultura, los daños parecen aún más difíciles de manejar, ya que cuando brotan las siembras se convierten en un manjar como forraje tierno. Según nos indicaron, las pérdidas llegan a ser cuantiosas.
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