Ya estamos transitando los últimos días del año 2022 y como en todas las actividades, tanto laborales como recreativas y espirituales, es saludable hacer un balance de lo que hemos vivido.
Texto: Néstor Baldacci – Fotografías: Damián Gallo
Diciembre suele ser un mes de una intensa actividad social y de por sí, incluso, algo estresante, hasta que terminamos de organizar las fiestas de fin de año, sobrevivir a las despedidas con todos los grupos y, en muchos casos, terminar de pulir los detalles para tomarnos las merecidas vacaciones, escapando (por lo menos en mi querida Santa Fe) al agobiante calor y la mosquitada.
Pero también es cierto que hacia fin de mes uno empieza a hacer varios balances sobre lo vivido y, más cerca del 1º de enero, hasta que algunos osados empiezan a ponerse nuevas metas para el año entrante. Así que vamos a hacer un esfuerzo por “adelantar” esa reflexión y analizar (a mediados de noviembre) lo que nos ha dejado este 2022, al que podríamos definir como un año de sequía y que tuvo un invierno bastante aceptable en cuanto a su extensión.
Yo si me apuran, debo decirles que viví una temporada de caza realmente magnífica, plagada de emociones y jornadas sumamente satisfactorias. Por empezar, después del inolvidablemente perturbador 2020 y la maldita pandemia, este año tuvimos realmente flexibilizado por completo la circulación interprovincial, lo que me permitió retomar esos hermosos viajes a provincias vecinas disfrutando la cacería desde otro punto de vista, desde otro paisaje. De la mano de esto, retomé el contacto con amigos que hacía un par de años no veía (en forma presencial) y a los que extrañaba, por lo que estas dos cuestiones ya de por sí, hicieron que la temporada sea mejor que la anterior.
Mi actividad de caza este año comenzó muy temprano, terminaba Enero con sus infernales temperaturas que de promedio superaron los 40 grados cuando quien les escribe, decidió ir a probar suerte con los chanchos cimarrones. En el camino de ida, plena siestita santafesina, la camioneta marcaba 45 grados y supongo que de sensación habrá rasguñado los 50 grados tranquilamente, pero bueno, “sarna con gusto no pica”, así que bebiendo agua fresca con mucha frecuencia, enfrenté la jornada y como no hay loco sin suerte, pude hacerme una buena chanchita joven de unos 40 kg (que se transformaron en 500 cuando tuve que arrastrarla de vuelta con el calor).
Pasé los meses siguientes en la tensa espera de la temporada, rezando para que las provincias habiliten la caza de “pluma” pero en el interín aproveché para aceptar la invitación de Héctor Perren, titular del Coto San Benito en General Conesa, provincia de Río Negro y el primer finde de Mayo me di el gusto de ir a cazar jabalíes puros en sus instalaciones. Me vine los casi 1400 km. de regreso con las conservadoras llenas de excelente carne y con la ilusión de que ya teníamos varias temporadas de caza menor con las resoluciones publicadas.
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