Después de mucho tiempo de charlas y coordinación, pudimos concretar la visita al Uruguay, en busca de las famosas tarariras tornasoladas.
Por Martín Docampo
Hace ya un tiempo habíamos acordado visitar a nuestros amigos en Uruguay y, luego de casi cinco años hablando de manera virtual, se nos había dado la posibilidad de conocernos hace unos meses atrás en el evento de Ita Ibaté. Ese evento solamente hizo incrementar las ganas de poder visitar tierra charrúa y que estos genios nos sumerjan de lleno en el mundo de las mañeras tarariras tornasol.
Los planes eran claros: Juan Cruz desde Corrientes viajaba en colectivo hasta Gualeguaychú, lugar en donde nos encontraríamos y tomaríamos rumbo a Fray Bentos, para cruzar así la frontera, y llegar a la localidad de Young en la República Oriental del Uruguay. Alrededor de las 22.30 hs dábamos aviso de estar a 10 minutos para que luego de ese tiempo, el grupo ya estuviese fundido en un abrazo internacional junto al carismático Ignacio Taco Lalinde, Luis Andrés Gómez Coppetti y Eduardo Lorenzo, esperándonos para empezar a conocer la cultura uruguaya que, de llegada nomás, nos propuso degustar unos deliciosos chivitos uruguayos.
Con tanto tiempo y ansiedad que se habían juntado, ya sabíamos algo de lo que tenía planeado nuestro amigo Taco, pero en común todos teníamos la idea de compartir la amistad y pasarla “buenazo”, como dicen ellos, bajo el lema “lo importante no es pescar, sino estar pescando”.
Nos esperaban dos días completos visitando dos lugares totalmente privados y cuidados por sus dueños, en donde sabíamos que teníamos altas probabilidades de toparnos con ejemplares de portes muy interesantes y sabiendo que los portes medianos o normales que ellos llaman son hermosos ejemplares de dos kilos y pico promedio. Luego de una cena llena de historias y muchas risas, era el momento de dirigirnos hacia la cabaña donde descansaríamos con Juan para preparar todos los equipos y esperar con ansias que salga el sol a la mañana siguiente.
Cuando llegamos, lo primero que hicimos fue una selección de señuelos, revisamos anillas y triples, armamos las cañas, atamos de manera prolija y bien fuerte los nudos que unen el multifilamento a los cables de acero y nos aseguramos que la soldadura del snap estuviese perfectamente realizada. A la mañana siguiente habíamos quedado en encontrarnos alrededor de las siete de la mañana en la puerta de la cabaña para cargar todo en la camioneta y salir rumbo al primer destino.
Tal cual sabemos lo puntual que es nuestro amigo Taco, a esa hora estaban en la puerta de la cabaña y no tardamos en cargar las cosas para que en poco tiempo estuviésemos disfrutando del hermoso paisaje que brindan los caminos a campo traviesa que nos llevarían a esa primera laguna en donde depositamos toda nuestra ansiedad y esperanzas de obtener unas buenas capturas tornasoladas y, por supuesto, de pasar unos días espectaculares junto a esta banda charrúa.
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