Visitamos La Paz, con el objetivo de pescar los lindos dorados que se están dando ahora con el agua alta. Mucha actividad de carnada en las costas y buenos dorados en las profundidades.
Por Ariel Robledo
Teníamos programado un viaje a la Paz desde hacía bastante tiempo, pero las condiciones del río no eran las mejores para la pesca. El objetivo eran los dorados y, gracias a la crecida del Paraná, las condiciones fueron en alza, y por supuesto aparecieron los cazadores implacables tras los cardúmenes de mojarras y sabalitos que eran despedidos de las lagunas.
Esta situación indudablemente nos alentó a ir en busca de los lingotes de oro que posee nuestro gran río. Nos pusimos en contacto con Adrián Béliz, propietario de Posta Surubí, uno de los primeros complejos turísticos que nos abrió las puertas cuando dábamos los primeros pasos con Revista El Pato.
Desde aquel tiempo generamos una relación con la familia Béliz que se sostiene y que se fortalece con el paso de los años. Adrián nos decía que el río presentaba buenas condiciones para la pesca y que era un buen momento para intentar, así que inmediatamente pusimos rumbo hacia La Paz, junto a Jorge Espasandín, gran amigo y compañero de tantas aventuras.
Llegamos por la noche y, una vez acomodados los equipajes y establecidos en las cómodas habitaciones del complejo, nos dirigimos al restaurante La Canoa, para saborear sus exquisiteces, con una vista fantástica al río que nos permite disfrutar de los encantos paceños desde el primer instante.
Un día dorado
Según los pronósticos podríamos llegar a tener malas condiciones del clima durante la tarde noche del día elegido para el relevamiento. Por lo tanto, organizamos salir bien temprano por la mañana, aprovechando la agradable temperatura del amanecer.
El mayor movimiento de carnada, según los guías, se estaba dando hacia el norte de La Paz, pero antes de llegar a los sitios más lejanos, la idea era ir testeando algunas piedras bien profundas que se ubican cerca de la ciudad.
A tan sólo unos 10 minutos de navegación, nuestro guía, dispuso que nos ancláramos aguas arriba de un enorme borbollón que se formaba en el Paraná, y que precisamente nos indicaba la presencia de una gran piedra en las profundidades.
Antiguamente los guías podían anclar la lancha unos metros antes de llegar a esa piedra, pero con los cambios de las corrientes del río, se formó un canal muy profundo antes de la formación rocosa y ya no se pueden anclar las lanchas en ese sitio.
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