El raleo es una buena oportunidad económica, atractiva como cualquier cacería, que no brinda trofeo, pero aporta mucha y muy buena carne. No sólo es para despuntar el vicio sino que se trata de CAZA con mayúsculas.
Por Gabriel Paccioretti gpaccioretti@yahoo.com.ar
Más allá de la caza de subsistencia (ver recuadro Tipos de Caza), siempre hubo personas que vincularon la caza recreativa a la cocina de sus presas, incluso quienes lo convirtieron en una máxima ética: “me gusta cazar pero yo mato sólo lo que voy a comer”. Recientemente, en el llamado primer mundo están apareciendo nuevas modalidades, como por ejemplo: gente que sólo caza para comer (no por gusto de cazar, ni por necesidad de alimento) e, inclusive, también personas que van más allá y comen sólo la carne que caza.
¿CAZA GASTRONÓMICA?
En EE.UU, Canadá y algunos países de Europa (el llamado norte global), con población que tiene los problemas de subsistencia resueltos y algo más también, se dan ciertos lujos impensados en los países pobres. Allí ha aparecido una nueva práctica cinegética que podríamos llamar caza gastronómica, es decir, cazar con la única motivación de comer carne saludable. Estos nuevos cazadores y cazadoras no lo hacen por amor a las tradiciones venatorias, ni para disfrutar de la vida al aire libre o como actividad deportiva… sino como fuente de alimento confiable y totalmente orgánico.
Sucede que, en esas economías altamente desarrolladas, han aparecido movimientos críticos del estilo de vida altamente artificial que llevan, y ponen foco en la alimentación. En esos países, la industria alimenticia genera alimentos abundantes y baratos pero híper-elaborados y/o altamente industrializados (es decir, con procesos anti-naturales para reducir costos y aumentar la producción). Un ejemplo de esto es el abuso de fármacos para reducir las posibilidades de enfermedades (obviamente elevadas en condiciones de hacinamiento en la ganadería ultra-intensiva) y el abuso en uso de anabólicos para que incrementan la tasa de aumento de peso del animal y la eficiencia alimenticia (un pollo de criadero industrial se produce en la mitad de tiempo que en condiciones naturales).
Más allá de la prudente desconfianza que pueda tener cualquier persona cuando se informa de los procesos productivos intensivos a escala industrial, también es cierto que hay quienes lo llevan al extremo. Personalmente, conozco a un bioquímico que fue inspector de la industria avícola que, luego de ver lo que vio, sólo come lo que caza. Quizás un caso de deformación profesional, pero es útil para comprender de qué hablamos.
En esos países donde tienen muchos problemas solucionados y les queda tiempo para debatir algunas cuestiones que a nosotros nos pueden parecer superfluas, algunos cazan como adhesión al imperativo ético del bienestar animal. Aunque parezca absurdo, consideran que la muerte en cacería es más respetuosa que la vida en un criadero industrial; es decir, que el animal salvaje vivió una buena vida hasta que lo cazamos, mientras que no sucede lo mismo en un feedlot o un establecimiento avícola. En definitiva, cazan para no sentirse cómplices del posible o supuesto maltrato de la ganadería (avícola, bovina, ovina o porcina)… y que, si se lo piensa bien, no es tan loco.
SIN FANATISMOS DE NINGÚN TIPO
Si bien es obvio que la inmensa mayoría de los cazadores deportivos comemos lo que cazamos, también es cierto que no son pocos los que realizan la actividad sólo porque aman la caza. Inclusive algunos la practican sólo por el trofeo (los llamados trofeístas) y regalan la carne. Llegados a este punto, los medios especializados tenemos que hacer autocrítica porque hemos invisibilizado las otras formas de entender el arte venatorio… inclusive, muchas veces, menospreciando al cazador que sale de los estándares impuestos por la cultura aristocrática europea que valora tanto la obtención del trofeo.
Hicimos demasiado hincapié en los laureles de la cantidad de “puntas” y el grosor de las “rosetas” en los ciervos colorados, el tamaño de los colmillos de los padrillos, el largo de los cuernos de los antílopes… inclusive la cantidad de puntos o las medallas en las evaluaciones especializadas de los libros de récords. En esto nos hemos equivocado y valga el mea culpa.
Cazar por la carne es lo mismo que cazar trofeos, le guste o no a los trofeístas de paladar negro. Implica las mismas habilidades y, muchas veces, el trofeo es sólo cuestión de suerte. Obviamente, aquí excluimos a toda forma de furtivismo y prácticas ilegales o anti-éticas. De manera tal que, en este artículo, nos dirigiremos a los que cazan para llevar carne natural y de calidad.
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