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CONEJOS EN LA PATAGONIA

Aunque sea muy poco conocido para el resto del país, hay conejos en la Patagonia. Y no sólo representan una excelente oportunidad para disfrutar de su caza sino que, además, deben ser cazados para controlar su población.

Por Luis Frixione – luisfrixione1922@yahoo.com.ar

Si bien los ingleses ya los habían soltado en Malvinas en el siglo XIX, y los españoles aún antes en diversas islas chilenas y argentinas como alimento para los pobladores, aborígenes, destacamentos coloniales o posibles náufragos, la invasión comenzó más acá en el tiempo.

Introducidos en 1936 en Tierra del Fuego para “enriquecer” la fauna y para aumentar las posibilidades económicas, pronto se convirtieron en un problema que trató de ser conjurado con la inoculación de una enfermedad llamada mixomatosis.

En Neuquén aparecieron alrededor de 1950 y se extendieron al sur mendocino y al norte rionegrino. Algunos indican que fueron liberados ex profeso por algún irresponsable que se creyó benefactor, y otros aseguran que provinieron de Chile donde fueron introducidos décadas anteriores.

Al igual que con el castor o el visón, y como con cualquier intervención humana en la naturaleza, lo planificado como una oportunidad económica pronto se convirtió en una amenaza para la biodiversidad y para el balance ecológico general, así como también en un problema para la producción agropecuaria.

Como hemos informado ya muchas veces en estas páginas, todo ser vivo no nativo (es decir exótico o introducido, ya sea de manera intencional o accidental), si sobrevive y se aclimata amoldándose al nuevo ecosistema, pronto será un elemento disruptivo para el ambiente y una amenaza para la biodiversidad local.

Si se multiplica y su población crece extendiéndose y abarcando más territorio, es signo que los predadores nativos no alcanzan para mantenerlo a raya. Pero, además, lo más grave es que está ganando su competencia por el nicho ecológico con los animales autóctonos similares, lo que provoca la disminución de los nativos. Además, hay que considerar el impacto en la flora, sobre todo tratándose de herbívoros como el conejo.

Pero no sólo es cuestión de proteger la biodiversidad nativa o el equilibrio ecológico local, sino que también impactan sobre la economía y la vida de los seres humanos. En el caso del conejo, se convirtieron en una plaga que diezma la producción fruti-hortícola, además de consumir las magras pasturas patagónicas destinadas para la ganadería. Cuando escasean las hierbas por sequías o por nevadas, roen hasta las cortezas de los árboles secando los ejemplares más jóvenes.

Si bien hay experiencias exitosas de exterminio en algunas islas, ya se considera imposible su erradicación tanto en Chile como en Argentina. Actualmente es indiscutible la necesidad de poner coto a su crecimiento y extensión (lo que se conoce como “control poblacional”). Y, salvo los animalistas y veganos, hay consenso científico-técnico que la caza es la única solución viable, puesto que el veneno es peligroso para las especies nativas, lo mismo que la inoculación de enfermedades, que por otro lado son soluciones más crueles que la actividad cinegética.

Neuquén recientemente ha habilitado la caza control durante todo el año para tratar de reducir la población de conejos en zonas donde su impacto ecológico o económico es muy grande. Lo mismo para la caza comercial (captura industrial para exportación o consumo local) sin cupo, ni vedas, y con licencias habilitantes sin costo. Incluso en áreas naturales protegidas provinciales.

En Neuquén la caza deportiva se habilita sólo de mayo a julio, lo que es difícil de entender puesto que contribuye a la reducción de las poblaciones de conejos. Además, puede ser una fuente más de ingresos a las economías regionales porque se constituye en un atractivo turístico que genera ganancias en hotelería, licencias, gastronomía, souvenirs, honorarios de guías profesionales de caza. En fin, nada diferente a la pesca de truchas que tantos turistas nacionales e internacionales atrae.

EUROPEO, PERO DE ACÁ

Se trata de Oryctolagus cuniculus, más conocido como conejo europeo. De tonalidades grises en dorso y flancos, con panza blanca, ronda entre los 35 y 45 cm, y no supera los 2 kilos y medio. Por lo que se ve, es mucho más chico que la liebre, de orejas más cortas, y aspecto más rechoncho.

Este exótico introducido no tiene nada que ver con nuestro conejo de los palos que habita en los montes del cento-norte del país. Y, si bien tiene cierta cercanía taxonómica con el conejo cola de algodón de EEUU y el brasileño, se trata claramente de otra especie.

En Europa es una pieza de caza muy codiciada, sobre todo por los españoles y franceses que llegan al fanatismo. Se los caza con escopeta al salto (cuando huyen hacia la madriguera) con perros de muestra. Inclusive hay razas caninas especialmente adiestrados para la captura recreativa sin matarlos, es decir que los dueños de los canes los sueltan vivos luego que el perro se los entrega… algo parecido a la pesca y devolución.

Paradójicamente, aunque es la misma especie que se convirtió en una plaga en Chile y Argentina, en cambio, en Europa está en peligro de extinción por la irrupción de la mixomatosis hace unas cinco o seis décadas.

GASTRONOMÍA

La carne es blanca y exquisita, igual que la del conejo de granja que se compra en las carnicerías, sólo que más firme y de mayor textura, lo que exige un poco más de cocción. Al contrario de lo que muchos piensan, no tiene nada que ver con la liebre: ni su carne, ni sus costumbres, ni las formas de caza porque son especies muy distintas.

No posee sabor salvaje, por lo menos en mi experiencia, tampoco tiene olor fuerte. Los que he cazado en todos estos años, en distintas épocas y estaciones, y en pasturas diferentes, ninguno tuvo gusto desagradable o “catingudo”. Esto sólo puede suceder si se “pincha” el triperío con el tiro, o si se contamina la carne con el contenido estomacal durante la faena.

La caza comercial carga con dos serios inconvenientes de mercado: la inexistente demanda nacional e internacional. El argentino prácticamente no consume conejo y, menos aún de animales silvestres. Lamentablemente se desconoce esta exquisita carne tan noble en nuestro país.

El mercado europeo demanda liebre que se caza para exportar en varias de nuestras provincias. Si bien son amantes del conejo y valoran mucho las carnes silvestres en general, se abastece de animales de criadero. Sucede que la liebre es imposible de domesticar y menos aún de producir en cautiverio, mientras que el conejo se cría desde hace más de 2.000 años (ya los fenicios y romanos los producían como animales de granja).

CAZA DEPORTIVA

El conejo permite la caza deportiva de excelentísimo nivel (que insistimos en considerar que no se trata de un deporte sino sólo una práctica saludable de vida al aire libre) y admite múltiples técnicas.

Realmente desconocemos la razón por la que no concita la misma pasión de los europeos en los amantes de la caza menor de nuestro país. Al igual que con la paloma, y a pesar de su abundancia, realmente es inexplicable que esta presa “no mueva el amperímetro” de los cazadores argentinos.

Es posible cazarlo en diversas técnicas:

CAZA AL SALTO: se realiza durante el día y consiste en caminar, con o sin perro, en los sectores donde hay madrigueras atento a las corridas de los conejos que se alertan ante nuestra presencia y corren al resguardo de su cueva.

Si bien se puede realizar con carabina calibre .22 semiautomática con mira abierta, lo lógico es hacerlo con escopeta porque se trata de tiros en movimiento. Dado que es un animal “blando”, basta con perdigones número 7 u 8 y no exige calibres mayores, yo los he cazado sobradamente con 28. Sólo habrá que contar con chokes abiertos si se caza a corta distancia.

En Neuquén sólo está permitida su caza con calibres del 12 al 28, desconocemos la razón por la que no pueda realizarse con 36 (12 chico) y 32 (14mm).

La caza “al salto” exige gran rapidez porque, aunque los conejos son más lentos que la liebre, los recorridos son generalmente cortos entre las matas de rosa mosqueta u otro arbusto donde tienen las madrigueras. Se trata de breves trayectos repentinos que ponen a prueba la rapidez del cazador. El perro no cumple mayor función que la de cobrar la presa abatida, aunque puede ser de ayuda si se escapa herida.

CAZA NOCTURNA: caminando con linterna o en camioneta con reflector, dependiendo del terreno. Según la distancia, se puede realizar tanto con aire comprimido como con carabinas calibre .22.

Si el campo es abierto y se dispara desde camioneta usando reflector, no es diferente a la típica caza comercial de liebres, lo que no es muy atractivo. Pero si el terreno tiene muchas matas o grandes piedras, lo mejor y más divertido es hacerlo caminando con una linterna, lo que se parece mucho a una clásica cacería de vizcachas, con la única diferencia que suelen alejarse bastante más de las madrigueras, sobre todo en invierno cuando el pasto escasea.

CAZA AL RECECHO: aunque al parecer se pasa toda la noche comiendo, extiende su actividad fuera de las madrigueras en las primeras y últimas luces del día. Comienzan a salir al exterior en las dos o tres horas previas al anochecer, o en las posteriores al amanecer, lo que hace posible la caza con luz diurna usando armas neumáticas (cualquier rifle resortero potente alcanza si se apunta a la cabeza) o con carabinas .22LR.

Si se camina lentamente, sin hacer ruido y con movimientos lentos, se los puede localizar comiendo o echados al sol, tal como hacíamos en nuestra niñez con los cuises. Y, cuando el cazador se pone canchero en un terreno con bastantes matas de rosa mosqueta, se pueden hacer tiros a menos de 10 metros, lo que es ideal para los rifles comunes de aire comprimido de resorte.

CAZA AL ACECHO: luego de ubicar una madriguera con mucha actividad, sólo hay que buscar una piedra o árbol que sirva de respaldo a la distancia adecuada para el arma a utilizar (neumáticas o de fuego). Luego sentarse a esperar que salgan los conejos, sobre todo a últimas horas del día previas al anochecer.

VARMINT: se trata de la modalidad que los norteamericanos gustan practicar con pequeños animales a largas distancias. En Patagonia es interesante a pleno día en zonas de pampas, bordes de grandes mallines, estepas peladas o potreros sobre-pastoreados. Es una opción adecuada donde es muy difícil acercarse por la falta de cobertura donde esconderse para hacer un arrime necesario.

Hasta los 100 metros se puede usar el viejo calibre .22, pero más allá de esa distancia es insuficiente, no por su poder de volteo (porque el conejo es muy blando y vulnerable) sino por su pobre balística. Entre los 100 y los 150 o 200 metros se puede usar .17 o .22 magnum, si es que el viento lo permite. Con el .17HMR hemos hecho jornadas maravillosas experimentando los límites de este pequeño pero maravilloso calibre.

Más allá de los 150-200 metros se deben usar calibres de tiro rasante especialmente diseñados para el Varmint (22-250, .22 Hornet, etc.). Esta posibilidad es muy interesante para quienes gusten de los tiros de precisión a distancia, pero tiene dos problemas básicos. El primero es que no se pueden aprovechar totalmente las piezas obtenidas por los destrozos que ocasionan las municiones creadas para el Varmint (son puntas que estallan). El segundo problema es el costo de las balas.

Varmint Rifle: es un rifle contra alimañas, un arma de fuego de precisión de pequeño calibre o una pistola de aire comprimido de alta potencia que se utiliza principalmente para la caza de alimañas y el control de plagas.

CAZAS ALTERNATIVAS:

  • Dos o tres de cuscos se convertirán en una jauría divertida para los amantes de los perros. No se necesita canes adiestrados porque reaccionan inmediatamente a la huida del conejo, y sólo habrá que enseñarle a entregar lo capturado. Para los perreros fanáticos, es una fiesta.
  • El arco es una opción para quienes quieran ejercitar la caza a muy corta distancia caminando lentamente para descubrirlos comiendo. Los arcos deben ser básicos, de poco libraje y flechas con punta roma porque basta el golpe para matarlos. En una futura nota nos explayaremos sobre esta modalidad.
  • Algo que no hemos practicado, pero hemos conversado con quienes lo hacen, es la caza con revólver calibre .22. Es para fanáticos de las armas de puño de paladar negro porque, con o sin mira telescópica, exige “fierros” de buena calidad para contar con la precisión elemental del caso.
  • Algo que tampoco hemos hecho, pero es absolutamente factible, es la caza con armas de avancarga de ánima lisa, usando carga de perdigones (que en la práctica no es otra cosa que una escopeta primigenia)
  • Tampoco hemos participado de batidas de cetrería, pero nuestros amigos cazadores “con pájaros” nos cuentan que han realizado la caza del conejo con sus aves rapaces.
  • Con trampas sencillas tipo lazo o cimbra, u otro modelo sencillo que puede extraerse de videos de supervivencia en YouTube. Esta es una modalidad es mucho más sencilla de lo que se piensa, y es interesante para quienes acampan o para padres que deseen despertar el espíritu aventurero de sus hijos.

SENCILLO Y BARATO

Como se ve, la caza del conejo no exige más que un buen chaleco de tela fuerte con un gran bolsillo en la espalda para cargar los animales abatidos. Es decir, que no es necesario más que lo que usamos para cazar perdices o vizcachas en cualquier otra zona del país.

Cualquier amante de las armas neumáticas, del arco, la avancarga, el Varmint u otra modalidad fuera de lo común, puede encontrar en los conejos una posibilidad de disfrutar de esas prácticas cinegéticas a cabalidad. Todos los que hemos incursionado en algunas de esas artes sabemos lo que cuesta encontrar posibilidades para cazar con ellas.

Para los entusiastas de la caza menor con bala (en la que las queridas carabinas .22 son la estrella) es una oportunidad maravillosa, puesto que en la mayoría de las provincias está prohibida. Y para los escopeteros es una ocasión de incursionar en una presa que puede exigir gran destreza “al salto”.

Sólo hay que ganarse la confianza del dueño del campo. Luego ir a la oficina de Guardafaunas y solicitar el permiso. Nada más.

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