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EL COLMO Y MÁS ALLÁ…

Los cubanos tienen un dicho divertido: “llegó al colmo, y siguió más allá”, que sería gracioso si, a veces, no fuese verdadero…  entonces se convierte en irritante.

Textos y fotos: Gabriel Luis Paccioretti  – gpaccioretti@yahoo.com.ar

Que la normativa del ANMAC no permita cazar a un Legítimo Usuario con su hijo adolescente, es el colmo… pero que algunas provincias no autoricen que padres e hijos compartan la caza es ir más allá del colmo. Es sencillamente un absurdo insoportable.

ABSURDO

Según la normativa del ANMAC, un menor no puede poseer ni manipular un arma, y esto es inobjetable porque las armas no son un juguete: se necesita responsabilidad, conciencia e idoneidad. Pero si el padre es Legítimo Usuario (es decir, alguien autorizado a tener y usar armas porque ha demostrado estar a la altura de las obligaciones que esto conlleva), está presente supervisándolo y asume toda la responsabilidad: ¿Por qué no se puede? ¿El Estado asume la tutela del menor y dictamina que su padre no está capacitado para ello? ¿El mismo Estado que concedió la credencial de LU (Legítimo Usuario) al padre?

Un menor puede usar un arma sólo en la presencia de un instructor de tiro. Esto es atendible en un polígono donde hay una alta densidad de tiradores y se deben extremar las medidas de seguridad, ¿pero un padre debe contratar un instructor de tiro para poder cazar unas perdices con su hijo? Esto es absurdo porque, si un LU está en condiciones de usar un arma, ¿no lo está para supervisar a su hijo?

Obviamente no estamos hablando que el padre esté cazando por un lado y su hijo por otro, porque eso sería desentenderse de la supervisión directa. Aquí estamos refiriéndonos a que al LU no le está permitido enseñarle a cazar a su heredero: estar a su lado, controlándolo, formándolo, compartiendo la caza con él… de la misma manera que le enseña a manejar un auto, o a ser responsable cuando recibe las llaves de su casa.

Cuando se es un LU, se asume absoluta responsabilidad por el uso de las armas que se poseen en forma lícita. ¿Por qué no se puede asumir esas mismas responsabilidades por el uso de dichas armas junto a su hijo en el campo? Esto es, a todas luces, un exceso porque menoscaba la capacidad del padre como adulto responsable. ¡El mismo que es responsable por la tutela del menor!

Para poner en blanco sobre negro, volvamos a preguntas básicas: ¿Un padre no puede cazar perdices junto a su hijo adolescente? ¿No puede compartir un apostadero esperado el acontecimiento del primer jabalí del heredero? Según la normativa, no se puede… ¿Debe contratar a un instructor de tiro para compartir los primeros pasos de su hijo en la caza? ¿Debe esperar a que su hijo sea un adulto? (Lo que, en tal caso, ya carece el enseñar carece de sentido), dicho de otra manera, la misma normativa que considera a un LU adulto capaz y habilitado a usar responsablemente sus armas lícitas, no lo considera apto para acompañar a su hijo en los primeros pasos en la caza.

MÁS ALLÁ DEL COLMO

Como si no fuese suficiente el ANMAC dudando de la responsabilidad y el buen sentido de un LU que desea cazar con su hijo, hay provincias que taxativamente prohíben que los menores acompañen a sus padres (La Pampa, por ejemplo) y no hablamos de participar de la cacería, sino de acompañar. No pueden ir en el auto ni quedarse en el casco de la estancia.

Sería interesante saber los fundamentos de este tipo de barbaridades, ¿Se duda de la capacidad del padre como adulto responsable del adolescente? ¿O se considera la caza como un mal ejemplo, un mal camino a seguir? Evidentemente deben suponer que la actividad cinegética un vicio moral. 

¿El Estado puede definir qué es malo para la educación de un menor? El mismo Estado que permite el juego virtual, los casinos y tantas lacras morales no le permite a un padre enseñar a cazar a su hijo.

Aclaramos nuevamente: ni siquiera estamos hablando de manipular una escopeta, sino de acompañar a su padre en la cacería. Un absurdo: ¿Por qué se puede pescar con los hijos y no se puede cazar con ellos? Es un logro del lobby anti-caza.

En épocas donde arrecian las adicciones (desde la electrónica que mantiene pendientes a los pibes a la pantalla del celular, hasta las drogadependencias) que los padres no puedan compartir tiempo con sus hijos en el campo es, cuanto menos, un despropósito.

Soy docente secundario y veo a diario las consecuencias de las adicciones, incluso las socialmente toleradas como la ludopatía. Muchos adultos ni siquiera están enterados que hay miles de adolescentes que viven pendientes de las apuestas virtuales deportivas, incluso no saben que esas empresas publicitan en las camisetas de clubes de fútbol. Me parece que estamos poniendo los prejuicios anti-caza por sobre la sensatez.

Como educador reclamo a los padres y madres que dediquen más tiempo a sus hijos, que dialoguen y compartan la vida, que no piensen que alcanza con darles de comer, vacunarlos y mandarlos a la escuela.

Educar hijos es mucho más que eso, es compartir la vida para que nos tengan como referentes, es decir, que sepan que, ante los problemas que surjan, estamos siempre a su disposición para hablar, aconsejar, dialogar.

PADRE CAZADOR

La caza es una actividad rica en tiempo y por eso se forjan amistades tan fuertes. Cazar, al igual que pescar, es básicamente compartir la vida en el marco de la naturaleza. Y no hay nada más sano que eso.

No se trata de insistir u obligar a cazar, sino de invitarlos. Sólo eso: que sepan que allí estamos para compartir lo que nos gusta… si a ellos también les gusta, seremos felices de sumarlos a nuestras salidas. Y si no les gusta cazar, sabrán que les ofrecimos lo mejor de nosotros, lo que nos apasiona.

La vida moderna ofrece un paraíso donde todo se puede comprar, donde el marketing dicta qué se necesita para ser feliz. Hoy todo está al alcance de la mano y, sin embargo, nunca hubo tanta insatisfacción. Se desea más de lo que se puede tener, eso es parte del problema.

La lucha contra las drogas está perdida, sencillamente porque está mal planteada. El problema no es la oferta (narcotráfico), sino la demanda (adicciones). Es fundamental preguntarse si la existencia es tan mala, que millones de personas necesitan evadirse a través del consumo de estupefacientes.

La vida en las ciudades apesta: consumismo, materialismo, superficialidad, individualismo, hedonismo. Esto hace síntoma en las adicciones, emerge aunque quieran ocultarlo.

La caza ofrece otra cosa, lo diametralmente opuesto: sencillez, austeridad, amistades profundas, contacto con la naturaleza, silencio para encontrarse con lo más profundo de la existencia. Es cuestión de opciones.

Nosotros, los que optamos por volver a lo esencial, a lo atávico de comer lo que cazamos, pedimos que nos permitan enseñar a nuestros hijos a cazar.

Somos adultos responsables para educar a nuestros hijos, somos LU conscientes para supervisar y guiar a nuestros hijos en el campo.

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