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BENDITO PUENTE…

Quizás el entusiasmo cinegético sea una pasión, y hasta puede ser una obsesión para los más exaltado pero, dejando de lado todo fanatismo, la caza menor es una religión, un credo sagrado, sin dudas.

Por Gabriel Luis Paccioretti  gpaccioretti@yahoo.com.ar

Los rosarinos que amamos la caza menor hace tiempo fuimos desterrados del sur santafesino… ya no es “nuestra provincia” perdicera. Hace tiempo que nos expulsaron de sus potreros. La agricultura arrasó con todo, desaparecieron los miles de tambos y los magníficos campos de engorde. Hoy la soja es una dictadura que transformó todo en un “desierto verde”.

PARAÍSO TERRENAL

Cuando era adolescente, hace unos cuarenta y tantos años, hacíamos 70 u 80 kilómetros para cazar perdices, alcanzaba con salir del departamento Rosario. Y pensar que los viejos nos veían como locos, mi abuelo me decía: “ustedes están chiflados… viajan tanto para cazar perdices… nosotros íbamos a cazar en bicicleta”. Al final de cuentas, siempre el tiempo pasado fue mejor.

Hace apenas cuatro décadas, sobraban las perdices en los departamentos del sur santafesino, donde abundaban potreros de engorde y de lechería muy cerca de Rosario. Totoras era la orgullosa Capital de la Leche, y allí era donde yo más cazaba porque en esa ciudad comencé mi carrera docente, me bastaba con preguntar “¿quién me invita a cazar el sábado? y sobraban manos levantadas que aseguraran la buena caza.

Pero tampoco faltaban buenos alfalfales para visitar en Casilda, Clarke, Serodino, Clason, Bigand, Maizales, Andino, Lucio V. López, Salto Grande… todo a menos de 80 kilómetros de casa.

EL ÉXODO

Pero en la década de 1990 llegó la sojización y arrasó con todo, eliminando los tambos y desmantelando los potreros. Muy rápido el campo se convirtió en un desierto verde en verano y suelo pelado con muy pobres rastrojos en invierno… y chau perdices.

En el resto de la Pampa Húmeda pasó algo parecido, por lo que hubo que migrar a zonas periféricas mucho más alejadas. Fue justo cuando empecé a salir a cazar con Ariel y su papá Roberto. Con ellos conocí los potreros entrerrianos. ¡Hacíamos más de 400 kilómetros para ir a los campos de Las Moscas, cerca de Villaguay, en los pagos de Julio!. Eran viajes larguísimos que insumían todo el fin de semana: desde Rosario hasta Santa Fe para pasar por el túnel sub-fluvial a Paraná, y de allí hasta el destino soñado…

Éramos devotos peregrinos que hacíamos un verdadero vía crucis para llegar a la Tierra Prometida… hasta que se habilitó el Puente Rosario-Victoria y nos posibilitó acceder a los santos potreros entrerrianos.

BENDITO PUENTE

Pero, gracias a Dios, ya no es necesario hacer tantos kilómetros. La construcción del enlace vial fue y es una bendición. Y, gracias a él, podemos cazar en muy buenos campos, nuestra Tierra Santa… y bastante cerca de casa.

Esta es la sencilla razón por la que la mayoría de los amantes de la caza menor de mi ciudad acudimos a los potreros del sur de Entre Ríos. Y esto no sólo es bueno para los rosarinos sino también para los entrerrianos que poseen cabañas, hoteles, panaderías, bodegones, almacenes, carnicerías o venden quesos caseros y otros productos regionales donde los rosarinos dejan sus pesos.

SAGRADA RUTINA

Debo confesarlo: soy enfermo de la caza menor. De mayo a agosto, salgo todos los sábados… si es que a ningún insensible de la familia se le ocurre casarse o bautizar a su hijo.

El puente también da la posibilidad de salidas cortas de una jornada de sábado que permiten descansar el domingo para arrancar bien la semana. La rutina es sencilla y cómoda: un viajecito de una o dos horas (quizás unos minutos más con la compra del permiso en la oficina de Fauna de Victoria), llegar al campo, charlar un ratito con el amigo que nos permite cazar en sus potreros, dar la primera recorrida de la mañana, almorzar (asado si es una cacería con amigos, algo más rápido si voy solo), la segunda recorrida para cubrir el cupo permitido, pasar por la comisaría para firmar la guía de tránsito, comprar quesos caseros y volver mateando.

Así de hermosos son los sábados de temporada de perdiz… y cuando el campo es bueno, hasta llegás temprano a tu casa o, quizás, salís más tarde para no tener que madrugar.

Incluso también suelo ir los domingos, sobre todo cuando ando con fiebre cazadora, especialmente al inicio de la temporada. Pero como voy aliviado por haber cazado el día anterior, no hay urgencias: me levanto tipo 9 y salgo alrededor de las 10 u 11, comemos algo rápido y volvemos temprano. Y si me acompaña mi hijo, es un domingo de gloria.

TIERRA SANTA

Puede parecer obsesivo, pero se trata de otra cosa: la temporada es muy corta y hay que aprovecharla al máximo: apenas son 12 o 13 fines de semana, si es que la lluvia no nos quita alguno o un pariente no tiene mejor idea que invitarme a la primera comunión de su hijo.

No sólo cazo en Entre Ríos, también suelo ir a La Pampa en busca de perdiz de monte, o a Buenos Aires para disfrutar del paisaje en las ondulaciones de Olavarría, pero son pocas veces porque se trata de cacerías de dos o tres días y de un costo mayor.

 Como es obvio, igualmente salgo una o dos oportunidades a algún potrerito marginal en el sur santafesino, pero es tan difícil conseguir algún campito pasable como encontrar perdices en él. Pero la inmensa mayoría de las salidas son a Entre Ríos que, como dije, queda más cerca y ofrece más perdices que mi provincia.

Además, hay otro argumento: mientras las todas las provincias cierran su temporada a fin de julio, Entre Ríos comienza la veda el segundo o tercer fin de semana de agosto. Y no es poco poder hacer dos o tres salidas más, ¡casi un 20% más! Este es un verdadero diferencial que ofrece esta Tierra Santa.

Lucas González, Laurencena, 20 de Septiembre, Nogoyá, Victoria, El Pueblito, son localidades que hacen nuestras delicias cada fin de semana a menos de 120 kilómetros de casa. Paisajes hermosos con gente gaucha que permiten cazar unos fines de semana más, panaderías con horno a leña y bizcochos de grasa… qué bendición.

Es por eso que el puente Rosario-Victoria fue para los rosarinos como el paso del Mar Rojo, el paso del desierto sojero a la Tierra Prometida que emana leche y miel… o, mejor dicho, perdices y liebres.

¡Bendita seas provincia de Entre Ríos!

Recemos para que la soja no te destruya a vos también.

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