Pesca con mosca
Para los amantes de la pesca con mosca y la naturaleza los Esteros del Iberá son uno de los ecosistemas más lindos que tenemos en la Argentina, pero aún con su gran inmensidad es un sistema débil que necesita un manejo serio y responsable para preservarlo.
Por Mario D´andrea
Fotos Gerardo Martorina
Recuerdo mis primeras incursiones a este lugar en la que uno queda atónito por la exuberancia de vida que tiene, tanto de la fauna silvestre, como así también los peces que allí podíamos encontrar. Todo esto sumado a la claridad de agua conformaba una verdadera meca para los mosqueros del norte de nuestro país, ideal para pescar dorados que oscilaban entre los 3 kilos de peso a 10 kilos y con un promedio de diez capturas por día por pescador. Pero lamentablemente esto también era un atractivo para algunas mentes macabras que no sólo depredaban el río sino que también mataban carpinchos, ciervos de los pantanos, yacarés entre otras especies que eran el blanco de estos aprovechadores.
Esta presión hizo de alguna manera tambalear un ecosistema que parecía imposible de terminar, sumándose casi una década de condiciones climáticas adversas que pusieron en jaque este, maravilloso lugar donde casi era imposible realizar el avistaje de esta avifauna. En cuanto a la pesca parecía no poder recuperarse más, pero por suerte la naturaleza, sumado a un grupo de voluntades que declararon a este sector Reserva Provincial hoy pude volver a ver el Estero como lo había conocido.
Recibí la llamada de Carlos Darío Sánchez, propietario de estancia EL DORADO, que se encuentra ubicada a unos 60 km de la ciudad de Mercedes, sobre el río Corriente a escasos 30 minutos de las nacientes sobre el mismo estero, para realizar un relevamiento, ya que el nivel de las aguas era muy prometedor.
Fue así que, junto a Gerardo Martorina con las cámaras de El PATO TV y Mariano Morelli, partimos con destino a la estancia. Pero no todo parecía fácil ya que en los primeros días de febrero ustedes recordarán que el clima en la zona centro del país estaba muy inestable con grandes lluvias repentinas que atentaban con dejarnos llegar al lugar.
En esta oportunidad y ya conociendo cómo es la pesca en este lugar, preparé un par de equipos que consideré que me podían dar buenos resultados: un equipo Nº6 con línea de 200 greins , uno Nº8 con 300 greins y una caña de dos manos con shooting de 400 greins. En cuanto a las moscas por consejo de Tulio armé un surtido donde el color negro era el predominante, pero sin nada de brillo para intentar evitar a las palometas. Mariano optó por equipo Nº8 con 250 greins.
El momento esperado
Nos levantamos a las seis de la mañana para armar los equipos y desayunar, para estar a las siete navegando por el canal que comunica el casco de la estancia con el río. En ese momento sentí la adrenalina de aquellas primeras pescas cuando no veía la hora de poner la mosca en el agua para intentar lograr ese primer pique. Por suerte, José, que en ese momento nos estaba guiando, creo que vio nuestra ansiedad y nos propuso hacer los primeros lanzamientos en la misma boca del canal, ya que es un extenso pozo donde los dorados suelen estar aguardando a sus presas.
Sólo bastaron un par de tiros para tener la primera presa, pero no era lo que estábamos buscando, ya que una palometa tomó la mosca dejando sólo un par de pelos. Mosca nueva y a seguir, pero, casi calcada la situación, bastaron solo un par de piques para perder la mosca nuevamente. Las palometas estaban intratables por lo que José nos propuso navegar aguas abajo en busca de otro sector. Mientras navegábamos pudimos disfrutar de una gran cantidad de aves: cigüeñas, garzas, tuyangos, patos sirirí y pampas, chajás entre otras y de repente un gran yacaré tomando sol en la costa para elevar su temperatura. Todo esto me hizo volver a vivir esa hermosa imagen del estero que yo había conocido. Pero aún no habíamos podido dar con los dorados: paramos en un par de correderas corriendo con la misma suerte anterior y si bien aún no había visto un solo dorado ya tenía 4 o 5 moscas destruidas.
Mientras cambiamos de lugar pudimos ver un par de lanchas de otro lodge que habían corrido con la misma suerte, pero no estaba en los planes bajar los brazos así que bajamos un poco más hasta llegar a una corredera donde vimos actividad en superficie. Hacia allí fueron nuestras moscas y, en deriva muerta, mientras esperaba que gane profundidad la mosca recibí mi primer pique de dorado en los esteros: un juvenil de 2 kilos no resistió la tentación y libró una intensa batalla. Seguimos pescando y nuevamente otro dorado atacó firme la mosca, pudiendo cobrar el segundo ejemplar en pocos minutos. Todo hacía suponer que los habíamos encontrados, pero nuevamente las palometas volvieron a ganar la pulseada dejándonos sin chances con los tigres del río. Así repetimos un par de lugares más donde en los primeros tiros teníamos ataque de doradillos entre 2 y 2,5 hasta que aparecían las palometas. En resumidas cuentas se nos escurrió la mañana con 6 capturas de dorados juveniles y una veintena de moscas destrozadas.
Análisis
Volvimos a lodge para almorzar y descansar un poco del sol del mediodía para volver al río cerca de las 16 hs. Tal como dijimos al salir camino a la embarcación el día parecía que ya iba a descomponer con una baja presión muy marcada y un frente del sur que parecía que esta vez iba a descargar toda su furia. Nos apuramos para, al menos, tener tiempo de hacer un par de tiros.
La idea era navegar aguas abajo del lodge pero al salir al río pudimos ver una gran cantidad de aves en las márgenes con la atención puesta en el agua. Esto es señal que seguro hay abundancia de carnada y es una invitación para los grandes depredadores. Aunque teníamos el fantasma de las palometas muy presente, aún así no podíamos pasar por alto este indicio sin intentar al menos un par de lances.
Como en este tramo el río es bastante ancho opté por usar la caña de space para intentar cubrir con tiros más largos. En ese momento no se movía una hoja y el río parecía un espejo lo que me ayudaba a realizar lances bien largos. Lo raro fue que después de unos cuantos lanzamientos no tenía respuesta y aunque parezca extraño ésto me alentó, ya que al menos no tenía la mosca rota por las palometas. Fuimos cubriendo el río de apoco hasta llegar a un sector donde una lengua del estero formaba una bahía y fue ahí donde tuve el primer ataque esperado de la tarde: un dorado de casi tres kilos que tomó lejos de la costa dando una lucha increíble. Mientras tanto, Mariano, que buscaba ubicarse en el sector, tuvo una grata sorpresa: mientras entraba al agua, a escasos dos metros de la costa, un gran yacaré estaba también “pescando” en ese sector y dejó en claro que era su lugar. Sin haber corrido ningún tipo de peligro, el temor que se dieron entre ambos hizo que pusieran distancia. La escena fue muy graciosa para nosotros que vimos toda la acción, aunque la cara de Mariano no decía lo mismo. Si bien esto parece una situación muy peligrosa, no hay riesgo alguno, ya que en realidad si no está acorralado el yacaré no busca de atacar sino más bien de escapar.
Luego de esta situación volvimos a pescar, a medida que pasaron los minutos podíamos ver cardúmenes de sábalos que se mostraban muy inquietos y cada tanto observábamos el lomo de los dorados detrás de ellos, mostrando mucha actividad que también se vieron reflejadas en las cañas, alcanzando a concretar en pocos minutos 5 o 6 capturas con ejemplares que rondaban los 2,5kg.
En un momento llegamos a clavar varios dobletes junto con José y Mariano dándonos un festín de piques. A pesar de haber estado muchas veces pescando en el estero no tengo memoria de un momento como éste, donde sin movernos de un lugar perdimos la cuenta de las capturas que llevábamos. Gerardo no daba abasto con la cámara intentando dejar registrado tal momento. Mis brazos no daban más, pero aún nos quedaba algo por cumplir: intentar lograr un buen dorado.
La oportunidad llegó con un brutal ataque que dejó marcada la línea en mis dedos, fue un buen ejemplar que tomó la mosca como una locomotora, y si bien puede amortiguar un par de corridas, con un salto a más de 50 metros el tippet no resistió y el pez ganó la lucha. Con la bronca por no haber podido mostrar semejante pez me quedó el sabor amargo, pero al revisar el corte pude ver que el tippet estaba marcado por las luchas anteriores y fue error mío en el frenesís de pescar de no revisar el tippet. A pesar de tener muchos años pescando cuando estamos ante una situación tal de pesca hasta a el más experimentado se le escapa la presa.
El sol ya estaba tocando el horizonte marcando que sólo nos quedaban unos minutos más de pesca, los cuales aprovechamos para seguir peleando unos cuantos dorados más, cerrando un día extraordinario.
La despedida
Al día siguiente ya estábamos para disfrutar y salimos con Tulio a recorrer las nacientes donde pudimos ver un estero lleno de vida tanto en el agua como fuera de ella con muchos yacarés, aves por todos lados y hasta una familia de carpinchos que se quedaron congelados para que podamos sacarles mil fotos.
Era hora de volver con la misión cumplida de comprobar el renacer de los Esteros del Iberá.
Gracias Carlos Darío Sánchez por habernos dado la posibilidad de disfrutar estos días en su Estancia el Dorado y sobre todo por el compromiso del cuidado y protección de este lugar maravilloso. Seguramente en la temporada que viene volveré para seguir disfrutando de la vida que regula este lugar y con el objetivo de lograr uno de los grandes trofeos que esconde este enigmático estero.