Texto: Néstor Baldacci – Fotografías: Damián Gallo
La historia y la tradición se repiten …Año tras año llega el mes de mayo y quienes aman la caza menor hacen lo imposible para salir de su letargo y empezar a patear potreros en busca de esa pequeña, huidiza y noble ave, que los europeos decidieron llamar perdiz, aunque su verdadero nombre autóctono es inambú.
Quizás sea el ave de caza por excelencia en la zona central del país, que ha impregnado gran parte de nuestra literatura, sobre todo, en las novelas y poemas gauchescos, y, a pesar de que su reducido tamaño y la exigencia deportiva no sean comparables con los de la otra gran pasión, que es la caza de patos, no tengo dudas de que la perdiz despierta un sentimiento especial en el cazador argentino, como el TC para los fierreros o las yerras y domas en el campo.
Evidentemente no soy ajeno a ese sentimiento, así que, al igual que muchos de ustedes, ya en abril empiezo a planificar más en firme los posibles destinos de la temporada y a renegar con el cambio climático que nos viene dando mayos cada vez más cálidos y llovedores, y cortísimos inviernos en los que uno tiene que hacer malabares para lograr un fin de semana sin compromisos sociales y con buen clima. Esta situación hizo que, desde hace un par de años, me replantee la forma de cazar y llegue a la conclusión de que, o acepto que el clima es un impedimento y la temporada se reduce drásticamente, o me adapto y trato de cazar cuando la situación lo permita. Obviamente, en la medida de lo posible, opto por la segunda alternativa.
Gracias a Dios, cada año son más las invitaciones que recibo para conocer nuevos lugares y cazar con camaradas que me contactan por las redes sociales. Sumado a esto, están los amigos de años con los que uno genera casi un “compromiso” ineludible por visitarlos en la temporada, motivo por el cual realmente hay que acomodar la agenda. Sin ir más lejos, solo a modo de ejemplo, en la provincia de Buenos Aires, que abrió la temporada el 28 de abril, tenía una primerísima invitación de Fede Cattáneo, que postergué por lluvias, y la de Facundo Gómez, ambas para el inicio mismo de temporada.
En el caso de Facundo (“Faco”, para los amigos), haciendo malabares entre el tiempo y su trabajo, pudimos concretarla finalmente el domingo 6 de mayo en un viaje de locos que demuestra el grado de ansiedad extrema que despiertan estas fechas. Pese al pronóstico de lluvias en destino, partimos de Santa Fe capital, a las 4.30 y llegamos a Chacabuco alrededor de las 9.00, donde aprovechamos para estirar un poco las piernas y tomar unos mates, esperando que la llovizna aflojase un poco.
Entre mate y mate, nuestro anfitrión nos comentaba que tendríamos un acceso limitado a los campos, ya que las lluvias que sufrió la región hasta el viernes antes de nuestra llegada habían anegado la mayoría de los potreros, sumado a una notable merma en la población de perdices que él había podido detectar en los vareos de pretemporada. Entonces, la cuestión no se presentaba para nada fácil: hay que decirlo.
Pero la verdad, me han tocado escenarios aún peores e, íntimamente, conocía las bondades de los potreros que visita Faco, por lo que mantenía la fe intacta y el tiempo me dio la razón. Como a las 10.00 salimos a la ruta para visitar el primer campo de la jornada. Era un campo chico que visité también en la temporada 2017, así que más o menos conocía cómo movernos. Para entonces había un viento suave del sudeste y el cielo estaba totalmente encapotado, pero la llovizna había cesado. Bajamos las perras: Skar de Don Mylkos, que de Faco, mi Lola y Huayra, la perra de mi hijo Gastón, ambas de Casa von Fürth. Aprovechamos el momento para ensamblar las escopetas después de la larga espera, ponerles cartuchos a los chalecos y calzarnos inevitablemente unas buenas botas para poder caminar tranquilos en semejante barreal.
Mientras tanto, nuestro profesional de las fotos y videos, Damián Gallo, ponía a punto sus propios equipos, haciendo también ajustes en las cámaras portables tipo GoPro, ya que la idea era hacer una nota para la televisión, que esperemos no sea censurada y pueda ser compartida con ustedes.
Con todo listo, avanzamos al primer potrero, un pastizal natural lleno de cardos y con algunos manchones de llorón. En realidad, ni siquiera pudimos pisar este primer potrero antes de que Skar se pusiera en muestra firme unos cinco metros antes del alambrado. Hasta ahí veníamos todos charlando, así que Faco tardó unos cuantos segundos en tomar conciencia de la muestra y acercarse a su perra, que aguantó espectacularmente la marca haciendo volar la perdiz solo cuando el tirador estuvo en la posición correcta. Le llevó dos disparos, pero no habíamos empezado a cazar y ya estaba la primera presa en el morral.
Avanzamos sobre el pastizal y nuevamente fue Faco el que levantó la primera perdiz, abatiéndola en el intento inicial. Estábamos a unos cincuenta metros a su izquierda, pero fuimos espectadores privilegiados de la muestra y el buen disparo. Pocos pasos después. Lola tomó una muestra y fue automáticamente emparejada por Huayra. Voló la perdiz y, a pesar de las dos detonaciones que la siguieron, debo decir que goza de buena salud y solo interrumpió su vuelo cuando lo consideró conveniente. ¡Quedó hermoso el video, eh!
A todo esto Faco levantó la tercera perdiz de su haber, pero resultó ser otra ave “blindada” o con mucha suerte, así que, cuando le tocó el turno nuevamente a mi sector, ajusté la puntería y pude meter la primera perdiz de la temporada 2018 en mi chaleco y equiparar un poco las estadísticas de esos primeros cien metros de potrero. Y para mejorar la jornada, unos metros más adelante se levantó un “liebrón” enorme, que mi hijo Gastón logró abatir, también con dos disparos.
Cruzamos el potrero y avanzamos sobre un rastrojo de maíz que tenía un rebrote de soja de segunda más bien ralo, que además nos recibió con un poco más de viento y ráfagas de llovizna bien finita tipo garúa. Este también tenía algunas perdices para regalarnos y, de hecho, Skar se vino conmigo y me hizo una muestra espectacular con el consiguiente derribo que, para mi bien, quedó registrado en las cámaras de Damián.
Se terminó el potrero y decidimos finalizar la primera recorrida de caza con tres perdices por chaleco y promediando el exiguo cupo dispuesto por la reglamentación provincial. Volvimos para la casa de Faco, donde aprovechamos para eviscerar las presas, mientras avanzábamos sobre un escabeche de perdiz preparado por el anfitrión que, además, cocinaba un tremendo guiso con carré de cerdo, verduras varias y mostacholes. Almuerzo de camaradería, muchas anécdotas y un breve análisis sobre esa primera tirada fueron el condimento ideal para recuperar energías.
Panza llena, corazón contento y cielo solo nublado, salimos nuevamente a la ruta alrededor de las 15.00 haciendo varios kilómetros para poder llegar al segundo y último campo de la jornada, el que increíblemente mantenía un camino de acceso bastante transitable. Tal como nos comentó Faco y pudimos ver, parecía un milagro porque todos, y digo absolutamente todos, los otros caminos rurales vecinos eran un lodazal impresionante que hacían impensable su acceso. El nuestro estaba transitable, aunque hubo tramos en que la cosa se puso complicada.
Nuevamente armamos todo el equipo, preparamos las escopetas y salimos a patear potreros. El clima había variado bastante desde la mañana: si bien había aflojado la humedad y el sol trataba de ganarles a las nubes, el cielo seguía cubierto y había aumentado bastante la temperatura. Cuando nos poníamos con el viento a nuestras espaldas era notable la aparición de mosquitos de gran tamaño, otro síntoma más de cómo está cambiando todo.
El primer potrero elegido también era un pastizal denso que, a diferencia del matutino, se conservaba bien verde y muy pesado para caminar. Para colmo, el hijo del encargado, en un exceso de amabilidad, quiso arriarnos las vacas para que cazásemos mejor, lo que en realidad se tradujo en arriar también las muy pocas perdices que poblaban ese sector. A duras penas, entonces, logramos levantar y abatir una sola pieza.
Pero como no hay mal que por bien no venga, a su retorno, este muchachito nos señaló un potrero distante unos doscientos metros en el que el día anterior había estado trabajando con su caballo y levantó una decena de perdices e, incluso, dos coloradas. Automáticamente emprendimos la marcha con rumbo fijo al rastrojo de soja señalado, ya que no teníamos demasiado tiempo como para especular con otras opciones.
Este potrero nos recibió con viento frontal y el canto de las perdices, lo que hacía presagiar una vuelta corta y efectiva para que todos lográsemos el cupo brevemente. Sin embargo, la caza no es una ciencia exacta y lo que parecía una papita, en realidad, fue una extensa caminata por el rastrojo, donde el enorme esfuerzo de las tres pointers coronó unas ocho muestras firmes, de las cuales la mitad era pichonada, a la que obviamente no le tiramos, y la otra mitad, gordas perdices adultas que nos dejaron exhaustos pero satisfechos.
Es evidente que tal como nos anticipó Faco, la zona había sufrido una merma en la población de perdices, muy probablemente inducida por varios factores, como la extensa sequía veraniega. Sin embargo creo que hay muchas más perdices de las que levantamos y esto fue corroborado en la charla posterior con los puesteros de ambos campos. Pasa que, a la fecha de la nota, predominaba un clima húmedo y templado de inicio de temporada, con un abundante régimen de lluvias anteriores a la visita, que hacía costoso y desprolijo el trabajo de los perros, ya que las emanaciones aún no estaban firmes.
Por otro lado, como les dije al iniciar la nota, corremos contra el clima y la corta temporada y, si ponemos las opciones en una balanza, de mi parte elijo salir igual y contar con la predisposición y virtudes cinegéticas de mis fieles perras. Es cierto, su trabajo no fue el mejor, porque era la primera salida al campo desde fines de julio de 2017 y, por diversas razones, no pude hacerme el espacio para los tan necesarios y útiles vareos de pretemporada. Sin embargo me regalaron algunas hermosas muestras, que permitieron que tanto Gastón como yo llegásemos al cupo y con posibilidades de sobrepasarlo también, si hubiera sido el caso.
Seguramente cuando llegue este relato a sus manos, la temporada ya habrá avanzado. Espero que todos estén teniendo excelentes cacerías y sigan disfrutando de esta pasión única y tan difícil de explicar. De mi parte, una vez más, agradecido especialmente con Faco, su amistad y generosidad, y, como siempre, con el resto de camaradas que me invitan para conocernos y compartir una jornada de caza en diversos puntos de nuestro bendito país. Créanme que me encantaría poder cumplir con todos.