Yo no sé si a Uds. les pasa lo mismo, pero a mí me encanta cazar en un ambiente bien natural, prácticamente salvaje. Me refiero a esos, cada vez más reducidos lugares con escasa o nula intervención del ser humano en los últimos años . . . exactamente así es el lugar donde transcurre esta historia.
Apenas llegado a su nuevo destino, Curuzú Cuatiá (Prov. de Corrientes), hacia fines de 2016, nuestro amigo Hugo Fantoni puso manos a la obra para intentar conseguir un buen cazadero para que lo visitemos. Y si bien, es públicamente conocida las bondades y la riqueza faunística que tiene el Taragüi, encontrar el campo y el permiso no es tarea tan fácil tampoco y mucho menos cuando de Caza Menor se trata.
Tristemente, cada vez me convenzo más de que esta pasión por la caza de plumas en nuestro país continúa un inexorable, decadente y constante camino a su desaparación. Cada vez son mayores las trabas, más absurdas las normas que la regulan y más incoherentes las disposiciones provinciales, por lo que, para ser realistas, seguramente nos está resultando mucho más fácil conseguir un permiso para cazar chanchos, que un buen campo para hacerle unos tiros a las perdices.
Fue un año y pico largo el que “trabajó” Hugo tocando todos los contactos posibles y visitando muchas veces algún potrero que luego resultó un fiasco, hasta que por fin dio con EL DATO y nos llamó a inicio de esta temporada para que reservemos fecha en la agenda y lo visitemos a fines de junio o principios de julio cuando las temperaturas y el clima se fueran estabilizando.
Sabiendo la calidad de persona que es nuestro amigo, no dudamos un instante en confirmarle la visita más allá de lo promisorio que parecía el campo que había encontrado, y así, en pleno mundial, sufriendo al ver la pobrísima actuación nacional, emprendimos viaje hacia Monte Caseros para el fin de semana que nos enfrentaríamos a la Selección de Francia (menos mal que no vimos el partido).
Nuestro destino nos recibió con un denso manto de neblina e intermitentes chubascos de llovizna bien fina haciendo que el camino de acceso fuera un verdadero chiquero de tierra roja y pegajosa, pero por suerte no estaba intransitable y pudimos llegar sin ningún problema alrededor de las 11 de la mañana.
Descargamos todos los bolsos y lo que no fuera esencial para la caza en la casa donde haríamos noche y luego de ultimar detalles con el puestero que nos hizo un mapa sobre los potreros donde no había animales, emprendimos por los caminos internos de la estancia. Ya para entonces la niebla se había disipado y reinaba el sol y una suave brisa del sur con una temperatura más que agradable.
La estancia es realmente enorme y por increíble que parezca, en pocos cientos de metros pasamos de un suelo de tierra roja y monte a uno de tierra greda blanquecina, con pradera de gramilla, repleta de tacuruses, para finalmente llegar a los potreros elejidos donde el piso es arenoso y pedregoso y todo el campo es un enorme tapiz de pastura completamente natural de una increíble diversidad y marcados manchones de ese pasto rojizo que siempre conocí como “cola de zorro” y algún que otro espinillo disperso.
Repito, el campo encontrado por Hugo era de enormes dimensiones y los potreros que nos indicó el puestero eran un inmenso pastizal entre suaves ondulaciones o cuchillas, algunas de las cuales incluso estaban separadas por un angosto arroyo o zonas bajas que supongo son de vertiente ya que no parecían “venir” desde lejos y morían generalmente contra el monte. La verdad . . . es sumamente difícil describir el lugar y siento que en estas líneas me quedo corto, así que realmente espero que las fotos que ilustran la nota me ayuden un poco.
Primer día de caza
Para cuando llegamos al potrero eran pasadas las 12:30 del sábado 30 de junio y como dije, lejos de la civilización y las noticias del mundial, largamos los perros mientras nos disponiamos a armar las escopetas, cambiar zapatillas por botas y empezar a cargar los chalecos de cartuchos y sobretodo, esperanzas de buena caza.
El equipo de caza estaba formado por mi hijo Gastón con su joven pointer Huayra de Casa von Fürth, escopeta superpuesta calibre 20 marca FAIR y cartuchos Fiocchi munición n° 7, Hugo acompañado de su braco Uri von Marienkampf, escopeta superpuesta calibre 12 marca Rizzini y una variopinta cantidad de cartuchos en munición n° 7, mientras en mi caso iba con Lola, mi escopeta superpuesta calibre 20 marca Boito y cartuchos Fiocchi munición n° 7. Por último, nos acompañaba nuestro Damián Gallo con su Canon modelo 6D y un par de mini cámaras tipo Gopro para deleitarnos con sus tomas fotográficas y las imágenes que seguramente pronto podrán ver en las redes de El Pato y Fogón Amigo.
Aprovechando las dimensiones del campo, decidimos salir en tres grupos, acompañando Damián a Hugo en esta primer tirada, para no molestarnos y optimizar las posibilidades de caza. Hugo optó por la depresión que se abría hacia nuestra izquierda, Gastón por la duna del medio y yo encaré bien hacia la derecha, deseándonos éxitos y pactando un par de horas para el reencuentro.
Pocos metros después ya los había perdido completamente de vista a mis camaradas y empecé a disfrutar realmente del entorno . . . el paisaje era indescriptiblemente hermoso, pero a la vez transmitía su faz salvaje lo que me hacía ir con todos los sentidos alertas e incluso por momentos inquieto ya que ahí solo estábamos mi perra y yo (supongo que el resto vivió las mismas intensas sensaciones).
La verdad, no se cuanto anduve hasta que voló la primer perdiz, pero no fueron pocos los metros, al contrario, lo cual me tenía asombrado teniendo en cuenta como se las escuchaba silbar y las características del lugar, pero bueno, finalmente llegó la primer muestra, más bien lejos de mi posición y la perdiz voló sin que siquiera yo le saque el seguro a la escopeta. La segunda voló escasos segundos después y luego una tercera lo que me sacó de mi ensueño y cavilaciones previas para ponerme en “modo cazador” y más bien impaciente por empezar a llenar el chaleco. Para colmo en la lejanía se escuchaba el tronar de las otras escopetas así que terminé mi transformación y avancé con firmeza sobre la siguiente muestra de Lola.
Esta vez, la desdichada perdiz no tuvo la misma suerte y pocos metros después de levantar vuelo, cayó seca al suelo correntino. Mientras Lola me aportaba, yo esperándola en cuclillas, tuve la desdicha que a escasos 10 metros a mi derecha se levantó una hermosa colorada y el instinto fue más fuerte que la razón . . . se que este año Corrientes vedó esa presa, pero como les digo, el movimiento superó al pensamiento y la reina de nuestras perdices cayó ante mi certero disparo en la posición señalada. La verdad, el campo era un sueño y era obvio que alguna me iba a atropellar, pero creo que las circunstancias anteriores fueron el itinere de este resultado.
Recuperada la cordura, seguí adelante encarando una cuesta donde literalmente estaba repleta de perdices de todos los tamaños (creo que se entiende) y me costó muchísimo autocontrolarme para respetar la veda y el cupo, lo que habla, al igual que en otros campos visitados durante la temporada de lo realmente ABSURDAS y PAYASESCAS que son las resoluciones de caza imperantes en nuestro país, donde la “moda” es poner el menor cupo posible o vedar sin llevar adelante el más mínimo relevamiento de campo serio que las justifique, total, PROHIBIMOS Y CHAU, el problema es del cazador que si quiere mantener su deportividad está más proclive a un infarto por abstenerse con cada cacería que pasa.
Pero bueno, la vuelta que di fue realmente fantástica y con muy poco esfuerzo cumplí con el reglamento, aprovechando mi caminata para extasiarme con ese paisaje indómito haciendo volar la imaginación a las épocas de la conquista y colonización de esa tierra bravía en la que seguramente por esos mismos senderos acechaba el yaguareté y sería frecuente ver piaras enormes de pecaríes. En estos sueños de otros tiempos fui regresando a la camioneta donde aproveché para rehidratarme, sacarme las botas y empezar a eviscerar mis presas a la espera del resto de los cazadores.
Evidentemente ambos tiradores habían tenido los mismos excelentes resultados ya que volvían con amplias sonrisas en sus caras y un Damián exultante con las tomas que había logrado en apenas un par de horas. Luego de ponernos al día con las experiencias de cada uno y comentar la inmensa cantidad de perdices y coloradas que había en la zona, fue el turno de pensar en llenar la barriga para recuperar energías.
Sin dudas la formación castrense de Hugo ayuda en esta logística previa a toda cacería, y nuestro amigo nos tenía preparado un tremendo guiso de lentejas que solo tuvimos que calentar y empezar a degustar ahí a pleno campo. Una notable ayuda para superar la momentánea amargura de haber tomado conocimiento de la derrota y desclasificación argentina a manos de los franceses.
Segunda jornada:
Tras la maravillosa jornada del día anterior, que terminó con una noche espectacular y unos agnolotis con salsa de hongos (inolvidable), para la media jornada que teníamos por delante habíamos previsto visitar otro potrero con una fisonomía completamente distinta, encaramos la zona de tierra roja y monte en el medio de una densa niebla que le daba un toque mágico a todo el entorno.
A diferencia del día anterior, aquí la cacería era un desafío muy superior ya que entre la niebla, los setos de monte y el alto pastizal, era muy difícil ver nuestros perros en su denodado esfuerzo por mostrar la presa y cada vez que salía una perdiz, lo hacía a una velocidad increíble y muy pronto se perdía entre el follaje o el horizonte, transformando la tirada en un notable parecido a la caza de la montaraz.
Estas intensas emociones y los no pocos yerros y desmontes hicieron sumamente divertida la mañana, olvidándonos del intenso frío y la mojadura que nos pegamos al rozar las plantas, para colmo, en el medio de la diversión y del salvaje monte correntino apareció ante nosotros un naranjo silvestre literalmente repleto de jugosas y lustrosas frutas, haciendo aún más notable las bondades y utilidades del noble chaleco perdicero, y un regreso a la camioneta con varios kg de naranjas per cápita.
Pero, a nuestro pesar, la jornada iba tocando a su fin . . . teníamos nuevamente el irrisorio cupo de perdices cubierto y por delante casi 500 km de ruta para volver a casa en domingo y vísperas de un lunes con mucho trabajo, así que esta vez el menú iba a ser rápido y para eso, creo que nada se compara a las ya famosas y hasta tradicionales “Gachas Manchegas” que prepara Hugo en muy pocos minutos y que consisten básicamente en un guisado con un fondo de harina cocida con los jugos de la panceta, el chorizo colorado, aceite de oliva, ajos enteros, cebollas y pimientos que luego se vuelven a integrar en un menjunge exquisito para comer a cucharadas o zopando el pan.
Retorno inolvidable
No quería dejar de comentar la pequeña odisea vivida durante el regreso a casa y la elogiable labor de la Policía de la Provincia de Entre Ríos. Resulta que los días previos a nuestra excursión, nuestro anfitrión y a pedido nuestro, intentó por todos los medios posibles sacar las correspondientes licencias de caza que expide la Dirección de Recursos Naturales de Corrientes con resultados negativos . . . no miento al decir que resultó imposible conseguir las licencias para cazar como la ley manda y como siempre hacemos justamente para viajar tranquilos donde sea.
Sin embargo, la burocracia y la falta total de practicidad hizo que no pudiéramos acceder a esas licencias a pesar de insistir hasta las horas previas a la jornada. Incómodos decidimos cazar igual ya que teníamos el permiso del dueño del establecimiento y el resto de los papeles completamente en regla, pero claro, no contamos con el exhaustivo control que lleva adelante la Policía de Entre Ríos en sus rutas y apenas reingresados a esa provincia regresando de Corrientes, nos detuvo el destacamento cercano a San Jaime de la Frontera sobre la Ruta 127.
Luego de constatar toda la documentación de las armas y revisar completamente el vehículo vino la gran pregunta . . . “¿y la licencia?” y tratar de explicarles que habíamos intentado realmente sacarla pero no pudimos, por otra parte, tampoco nos hubiera servido la que siempre sacamos a la salida del túnel subfluvial cuando cazamos en Entre Ríos, así que tras 40 minutos de averiguaciones y consultas con los mandos superiores, en una clara demostración de criterio y sensatez nos permitieron avanzar como excepción extraordinaria, y me pareció realmente sano destacar la seriedad y el profesionalismo con el que se nos controló y trató en todo momento, sirviendo además de duro aprendizaje que SIEMPRE debemos contar con la correspondiente licencia, aunque claro, para eso, los mismos mecanismos del Estado que se encargan de vedar, prohibir y tratar al cazador como un delincuente, deberían ofrecerle las opciones necesarias para que muy a pesar de estas “autoridades” pueda practicar su pasión en completa regla . . . Ojalá estas líneas sirvan para una temporada 2019 más realista, menos burocrática y que acompañe a esta noble y ancestral actividad llamada CAZA.
Texto: Néstor Baldacci – nestor.baldacci@hotmail.com
Fotografías: Damián Gallo – www.facebook.com/fotografiadamiangallo