Para transmitir la pasión por la pesca es muy importante tener en cuenta la paciencia, la confianza y la conexión con la naturaleza; antes que nada debemos enseñarles a los chicos a querer y así respetar la tierra en donde todos vivimos.
Por Vicky Ahumada
Es fundamental hacerles entender que ellos también pueden pescar, sin importar la edad, que la pesca no tiene límites, que gracias a ella entenderán más y mejor su preciado regalo, que es la vida, rodeados de toda la maravilla que tenemos a nuestro alcance.
El día que les dediquemos debemos hacer que sean los protagonistas. Cuando el niño está en su etapa de aprendizaje, el adulto que lo acompañe debe ponerse totalmente a su disposición y atento a todo, dejándole lugar al éxito y al fracaso, ya que eso es parte de la pesca.
Ir a pescar me apasiona y qué mejor que en compañía de mi familia. Por lo general es complicado, pero no imposible: mis pimpollos son Mateo, de 13 años, y Mia Sol, de 9. Empecé por incentivarlos con charlas de los muchos viajes de pesca que he tenido, videos, fotos, atado, prácticamente un popurrí de lo mejor, para así ver su reacción. Mi idea era que tuvieran realmente ganas de pescar y, como las ganas, son todo y lo pueden todo, lo demás se da solo por añadidura.
Hablando con Roberto Galbarini decidimos ir una semana a acampar a un arroyo chico de aguas cristalinas y poco caudal cercano a casa, a unos 200 kilómetros al norte de la ciudad de Buenos Aires: verdaderamente, un sueño para empezar con los primeros pasos de la pesca con mosca. Para elegir un lugar seguro asegúrese de que se encuentre cerca de una ciudad y averigüe los centros de salud más cercanos.
Mientras se armaba el campamento, los chicos practicaban casteo: solamente levante y tendido era suficiente para la ocasión (a tomarlo con calma, pues los chicos tienen otros tiempos y cuesta que se enfoquen).
Una vez que practicaron lo suficiente fuimos al agua. Empezamos a vadear el arroyo. En la primera oportunidad que el río nos brindaba, Mateo y Mia, disputando el lugar con el clásico piedra, papel o tijera, lograron decidir quién hacía los primeros intentos. Mateo ganó su tiro en la cola del primer pozón. Luego de varios intentos logró su primer pique pero, debido a la falta de experiencia, no pudo clavarlo. Eso fue la llave a la locura, que no se puede curar, de esta fascinante actividad a la que algunos llaman deporte, otros arte y otros simplemente locura. Después de unos consejos, logró su primera captura, un hermoso amarillito bonaerense, de arroyo, con una pigmentación y vitalidad únicas, típicas de estos cursos olvidados por las grandes masas. La cara del logro lo decía todo, ya que no tenía palabras para expresar lo que sentía. Así aprendió también a tener cuidado, sin miedo, de cómo agarrarlo, desanzuelarlo y darle el tiempo necesario para devolverlo sano. A Mia, la más pequeña, se le hacía difícil mantener la técnica del casteo y, más aún, la paciencia necesaria para lograr engañar a tan magníficas criaturas. De todas formas, supo entretenerse con los cardúmenes de mojarritas, a las cuales pescó de diversas formas. Supo demostrar su instinto maternal, ya que su colaboración más frecuente fue la tarea de desanzuelar y devolver todos los doraditos capturados. Así formaron un tremendo y efectivo equipo, sin mencionar el sano pasatiempo que logaron y la conexión que tuvimos todos como familia.
Mateo, al terminar el día, ya exigía ir más lejos, imaginaba su mosca haciendo las pasadas correctas por debajo de los árboles, tirando lejos y con precisión. No le quedó otra que aprender el doble tirón (double haul). Fueron tantas las ganas que tenía que los primeros pasos los dio rápidamente para, luego de unas horas más de pesca, dominar esta técnica. Le resulto fácil de incorporar. Los niños son como esponjas: absorben rápidamente todo lo que uno les enseña. Por eso es importante prestar atención e intentar enseñarles todo lo más correctamente posible.
Como aprendizaje paralelo, hicimos una mosca tubo para que, cuando practicasen en el pasto, casteasen con el peso apropiado sin exponerlos a riesgos innecesarios. Creamos un juego de preguntas y respuestas, las básicas, para que cada uno agarrase una tarjeta y preguntara lo que, luego, respondíamos entre todos. Algunas fueron:
¿Por qué hay que caminar siempre mirando hacia abajo? Por las víboras, para no tropezarse ni lastimarse.
¿Qué pasa si vemos una víbora? Tenemos espacio atrás para retroceder rápidamente. Por eso es importante caminar un tanto espaciados unos de otros.
Cuando logramos agarrar con nuestras manos a un pez, ¿qué hacemos? No tocarlo tanto para que no se enferme, no meterle los dedos en las agallas así no lo lastimamos, mantenerlo siempre en el agua para que no se asfixie.
¿Por qué hay que mantener los peces en el agua? Porque, si no los devolvemos rápido, se mueren.
¿Qué es lo más peligroso que tienen los dorados? Los dientes; por eso siempre es necesario una buena pinza larga, así trabajan tranquilos a una distancia prudente de sus mandíbulas.
Si vemos basura, ¿qué hacemos? La levantamos y la llevamos con nosotros de regreso al campamento; no cuesta nada y se aprende una importante lección: es mejor hacer que quejarse.
¿Qué es lo más importante cuando vas a pescar? Pasarla bien; todo se trata de eso.
¿Y si vemos pastizales altos? Primero tratamos de evitarlos a todo costo pero, si decidimos atravesarlos, un mayor debe ir adelante para asegurarles el camino y poder ir mostrando cómo encarar esa situación. Con una rama larga se puede ir golpeando uno o dos metros delante de quien camina primero.
También hablamos de cómo manejar la línea, haciendo de cuenta que ellos son los peces, para que entendieran que deben tener siempre tensa la línea, hacer que se mueva bien la mosca, corregirla hacia aguas arriba o abajo, dependiendo de la situación, etc.
En los momentos de descanso
Tomar siestas o descansar debajo de un árbol nos brinda el tiempo necesario para poder dejar que repose el ámbito que nos rodea. Vadear sigilosamente ayuda a no espantar los peces, para poder observar su comportamiento. Es bueno meterse al agua y esperar quietos hasta que los peces vuelvan a su curso.
La idea es que los chicos se sientan parte del río, mejor dicho, parte de la naturaleza. Para eso también podemos levantar rocas en diferentes tramos del río para observar las especies de insectos que habitan ese curso de agua, en particular y, luego, tratar de encontrar entre nuestras moscas alguna que se les parezca.
Es importante enseñarles a manejar las moscas prudentemente, sin miedo. Dejen que ellos elijan las que más les gusten para que, al verlas en el agua, entienden el propósito de esos artificiales. La elegida o la pescadora, si no es muy compleja, la pueden atar por la noche o a la mañana mientras charlan sobre lo vivido y afianzan conocimientos. Por más que no entiendan totalmente lo que hacen, estamos construyendo experiencias con amor y respeto por la naturaleza y esto perdura para siempre.
Devolución: “si lo vas a devolver, que sea apropiadamente”
Si se lo sobreoxigena, el pez se ahoga. La cabeza siempre debe apuntar aguas arriba. También los niños se puede acercar a la costa, en aguas tranquilas, donde los peces tengan el tiempo que necesitan para recuperarse bien y volver a su medio con la energía vital y necesaria para seguir con su vida. Recuerde que la elección apropiada del equipo está también basada en el promedio del tamaño de los peces que encontramos en tal o cual pesquero. En eso también radica el tiempo de pelea con el pez: si el pez es muy grande para nuestra caña, resulta probable que estemos con él mucho más tiempo de lo debido y, en consecuencia, le provoquemos su muerte durante la pelea (en casos extremos) o luego de la devolución (en la gran mayoría de los casos).
Las fotos nos dejan recuerdos hermosos. Lo ideal en este proceso clave es una o dos fotos y luego poner al pez debajo del agua, totalmente sumergido. En ese momento controlamos que las imágenes hayan salido bien y, de paso, el pez se recupera. Es bueno practicar el siguiente ejercicio: cuando sacan al pez fuera del agua para fotografiarlo, todos aguantamos la respiración y así experimentamos un poco lo que está padeciendo nuestro amiguito con aletas. No se olviden que, además, viene de dar una gran pelea, lo que ha llenado su musculatura de ácido láctico y también suma un factor de riesgo, sumado a que, cada vez que lo sacamos del agua para tomarle una foto, le cortamos la circulación de oxígeno. Seamos conscientes y creemos conciencia. Si lo vas a devolver, trátalo con todo el respeto y cuidado que se merece.
Por último y muy importante, aplasten la rebaba de las moscas siempre que puedan. En ámbitos con peces chicos normalmente la pesca abunda. Un anzuelo sin rebaba hace la diferencia en el cuidado. A mi entender solo sería justificado el uso de rebaba cuando vamos en búsqueda de grandes peces, que pueden darse muy pocas capturas y realmente no queremos que se nos escapen. Con los niños, una mosca sin rebaba es muy prudente, porque no son experimentados casters y, por eso, es posible que pueda pincharlos: bien sabemos que sin rebaba, el anzuelo sale fácil, tanto de los peces como de nosotros mismos.
Otro detalle: nunca está demás tener un par de anteojos contra el sol extra; si se rompen, inmediatamente el pescador debe dejar de castear hasta conseguir unos de repuesto; nunca se sabe y siempre es mejor prevenir que curar.
Al pasar los días, los chicos se fueron capacitando cada vez más y ya casi no hacía falta estar encima para corregirlos o ser su auxiliar. Lograron independizarse en esta primera etapa. Mateo pescaba y Mia cambiaba las moscas, obviamente, ya preparadas con cable de acero para facilitar el trabajo. Solamente tenía que unirlos haciendo la conexión loop to loop. Al pasar los días y tener todo el arroyo prácticamente para ellos solos, aprendían a pasos agigantados: identificaban fácilmente los lugares de acecho de los dorados, y aprendieron a agazaparse para tener más chances, acercándose sigilosa y lentamente. Atar sus propias moscas y pescar con ellas fue algo que los dejó estupefactos. La alegría era casi indescriptible. Algunos de los modelos que ataron fueron la Simple Fly, en diferentes colores y combinaciones contrastantes (el paso a paso lo pueden encontrar en nuestro canal de Youtube Feathersnflies t.v.), Buggers y algunas símil Chernobyl Ant.
Fue gratificante saber que en una semana pudieron defenderse con el casteo y las diferentes técnicas de pesca, manejo de línea, etcétera, además del atado de moscas que, si bien no fue complejo, lograron hacerlo y pescar con sus propias moscas. Sin embargo, lo más importante que aprendieron es valorar el recurso que nos brinda a todos tanta felicidad y nos permite hacer tantas escapadas de pesca y recreo. Aprendieron también que el simple hecho de no tirar residuos no alcanza y, si vemos los que otros dejan, también lo debemos juntar. Respetar la vida que nos rodea, ese minúsculo detalle, es el granito de arena necesario para nivelar, ya que el futuro depende de nuestra generación y de las futuras. Recuerden que la mejor manera de generar cambios positivos es la educación, y es responsabilidad de todos nosotros que sabemos bien qué hacer para preservar el medio ambiente.
A los chicos les llegamos indirectamente. Todo fue basado en felicidad y lo que hacían estaba bien, con el fin de no frustrarlos. Mateo usó una Hatch #5/6 acción media/rápida con una línea de flote, un streamer chiquito Simple Fly, en anzuelo 2, de pata corta y sin rebaba. Mia, una caña rosa #4 acción media/rápida con línea de flote, divina, toda coqueta, con una ninfita para intentar la pesca de mojarras. Fue difícil no tentarme en pedirles la caña para hacer unos tiritos. Trate de identificar los equipos adecuados para que los niños se sientan cómodos.
Ahora tengo dos compañeros más de pesca y los mejores, mis pequeñitos, gracias a esa semana que nos regaló muchísimos lindos momentos y nos unió más como familia. Es algo para poner a prueba con la familia: en cualquier lugar donde hay agua, viven mojarritas, dientudos, tarariras, pira pitás, truchas… depende de la zona. Lo importante es aprender que para llevar a los niños de pesca no es necesario ir tras grandes presas. Se avanza de a poco y debe ser más bien cómodo para acceder y poco o nada peligroso.
Aprovechen para aprender algo nuevo con los chicos: que dejen la Play a un lado para ir a pescar por decisión propia es una evolución y, por más que sea solo un tiempo, ya plantamos algo bueno en ellos. Cuidar el recurso y pasar un rato en familia es valorar las cosas simples de la vida.
Gracias por su tiempo: espero que les haya servido para disfrutar con sus niños tanto como nosotros.