El labrado retriever, de mirada dulce, es un perro noble que se destaca como cobrador en ambientes acuáticos.
Un nuevo año nos encuentra, a través de estas líneas, compartiendo nuestra pasión por la caza deportiva y esos fieles e insustituibles compañeros que son nuestros perros de caza. Y arrancaremos el año con una raza muy popular, pero que no pertenece a las denominadas “de muestra”. Vamos a conocer un poco más al labrador retriever, el gran cobrador.
Su historia
Casi todos los autores que han investigado el origen de esta raza y su localización geográfica, coinciden en que no tiene una antigüedad mayor que dos siglos y algo más, y que sus primeros ancestros estaban radicados en el territorio que en lengua anglosajona se conoce como “Newfoundland”, la región canadiense llamada “Terranova”.
De una extensión de unos cuatrocientos mil kilómetros cuadrados, la mayor parte de su superficie está constituida por el nordeste de la península del Labrador. Es una zona donde el clima se caracteriza por su extrema dureza, humedad y frío, con influencia glaciar, y terrenos de tundra y bosques de coníferas.
Una de las mayores fuentes de riqueza de esta área han sido los productos del mar, sobre todo la pesca y la industria que se deriva de ella. Estos territorios fueron descubiertos por el navegante italiano Giovanni Caboto, que estaba al servicio de la corona de Inglaterra hacia el siglo XVI. A partir de su descubrimiento, pescadores ingleses, franceses y españoles de las costas cantábricas los frecuentaron y los fueron colonizando.
En esas particulares circunstancias aparece este noble perro. Lamentablemente no existen muchas referencias al respecto, pero se cree que, al igual que los canes de la raza terranova, los perros de agua que dieron lugar a los labradores retriever fueron autóctonos o llevados a aquella zona por pueblos indígenas, como podrían ser los beothuk, pescadores por excelencia.
Esos perros autóctonos fueron cruzados con perros nórdicos que habrían llegado a aquellas tierras procedentes de otras tribus continentales que migraban a la zona. De aquí puede tomar su origen la tan extendida leyenda canadiense, que asegura de forma categórica que el origen del labrador se encuentra en el cruce de un perro nórdico y una… “nutria”.
Obviamente esa posibilidad es absurda. No existe ni por remota casualidad. Genéticamente es algo inconcebible, pero siempre hay que respetar la sabiduría popular, ya que, si observamos las características morfológicas del labrador, encontraremos similitudes notables con el mustélido antes mencionado: ambos poseen membranas interdigitales en pies y manos, cola redondeada y gruesa que se afina hacia la punta y les sirve para nadar y timonear, y la impermeabilidad del pelaje.
Retomando el relato histórico de la raza, a partir del siglo XVIII, cuando los ingleses comienzan a explotar a gran escala los productivos bancos de bacalao que había en la zona, trasciende la encomiable tarea que vienen desarrollando desde tiempos desconocidos los perros de los marinos de Labrador y Terranova. En aguas heladas, de gran oleaje, el perro de Labrador hace cara a las adversidades del clima y del mar, y se desenvuelve, a través de este último, con gran soltura y eficacia en beneficio del hombre, arrastrando sus redes de pesca hasta la embarcación e incluso hasta la costa.
Estos perros denotan una gran fuerza y una enorme valentía, criterios fundamentales para su selección en manos del hombre utilizándolos como “enlace” entre las embarcaciones, como cobrador de bacalaos escapados de las redes, como guía práctico de embarcaciones en zonas de difícil maniobra. Con el transcurso de los años y la evolución industrial, las técnicas de pesca se fueron mejorando y la tarea de nuestros nobles amigos se vio muy relegada hasta casi desaparecer, sobreviniendo un momento de su historia realmente funesto, ya que pasaron de ser queridos y halagados a ser perseguidos y capturados, y entre los años 1814 y 1819 sufrieron una matanza indiscriminada por decretos gubernamentales.
A partir de 1820, como resultado de las medidas legislativas contra estos perros se produce una salida masiva de ejemplares hacia Inglaterra, donde, luego de algunos años, comienzan a ser apreciadas sus dotes naturales que podían ser moldeables para conseguir el tan anhelado perro cobrador, que liberase de ese pesado y maleable trabajo a sus aguerridos, esbeltos y efectivos pointers y setters. La suerte estaba echada: había nacido el labrador retriever, quizás el mejor cobrador de los perros de caza.
El labrador retriever
Encuadrado en el orden de la Federación Cinológica Internacional dentro del Grupo VIII que aúna a los perros cobradores de caza, sección primera, bajo la tutela de Gran Bretaña, sus principales características son el excelente temperamento, la pasión por la caza, la inteligencia e inigualable memoria para el cobro de varias presas al mismo tiempo, la resolución y valentía en la búsqueda y el fácil adiestramiento.
Pero esas virtudes han servido también para que el labrador sea ampliamente utilizado en otras tareas, como rescate en avalanchas y catástrofes como terremotos. También, como un colaborador muy apreciado por la policía, la lucha contra la droga y el tráfico de animales y, desde hace ya varias décadas, como un excelente lazarillo y auxiliar de minusválidos y personas con capacidades diferentes, siendo, además, muy utilizado para la zooterapia, dada su gran inteligencia, alta confiabilidad y gran simpatía.
Esto ha llevado al labrador retriever a un altísimo grado de popularidad, incluso entre celebridades, como los presidentes de los Estados Unidos o de Francia, y los reyes de Gran Bretaña y España, que lo han adoptado como mascota.
Características
El labrador actual es un bello animal en lo estético y muy definido, con unos 54 a 58 centímetros a la cruz. Su cuerpo robusto, pero que nunca debe llegar a ser gordo, presenta un pecho ancho, descendido, con dorso recto, y riñón ancho, corto y fuerte, dando una impresión general de fuerza y resistencia.
Su cabeza es característica e imprime a la raza gran parte de su ser. De cráneo ancho, bien dibujado, stop marcado, mejillas carnosas, trufa ancha y ollares bien abiertos, sus ojos son de tamaño mediano, color castaño o avellana, con una mirada muy inteligente y concentrada, pero también tremendamente dulce. Las orejas medianas, poco pesadas, deben caer sobre la cabeza y tener una implantación hacia atrás.
Como perro cobrador tiene mandíbulas fortísimas, pero también muy seguras, que hacen presa sin dañar la pieza. La cabeza se sostiene sobre un cuello potente y sólido, de suficiente longitud como para realzar las características de su cabeza.
Las extremidades deben estar bien desarrolladas: miembros fuertes, con hombros largos y oblicuos, y miembros delanteros rectos desde los codos al suelo. Los posteriores, con grupa no descendida, rodilla angulada, corvejones descendidos y pies redondos, compactos con los dedos bien definidos y arqueados, y almohadillas desarrolladas.
El pelo es una de sus particularidades más llamativas. Es corto, denso, sin ondulaciones, de aspecto firme y compacto, con una pelusa o subpelo que lo hace aislante y casi impermeable, lo que recuerda al pelo de nutria con el que, como ya vimos, se lo compara. El color debe ser siempre uniforme (permitiéndose, como máximo, una pequeña mancha blanca en su pecho) y se admiten el negro, el amarillo (o dorado) y el chocolate, tan de moda en nuestros días. El amarillo permitido tiene un amplio espectro de tonalidades, que van desde el casi níveo al casi rojizo de los zorros.
Comúnmente, solemos escuchar que, de acuerdo con los colores, difiere el carácter, las actitudes o virtudes. Por ejemplo: “si es dorado suele ser más rápido; si es negro, más rústico o más fortachón; si es marrón, sólo nos brinda belleza”. Pero no es así: esta es una idea errónea, dado que podemos encontrar todas sus virtudes, independientemente del color del ejemplar.
Lo que difiere de un animal a otro es su genética, y la manera en que lo criamos (si proviene de perros cazadores, de trabajo de rescate, etc.) y lo adiestramos, según el desempeño que queramos que cumpla. De más está decir que es extraordinario en cualquier tipo de función.
La cola es otro de los rasgos muy distintivos de la raza: es de inserción media, muy gruesa en la base y se afina progresivamente; está cubierta totalmente de pelo corto, denso y grueso que le da un aspecto circular. Se la denomina “cola de nutria” y le es sumamente útil para nadar y timonear. Suele suceder que, cuando el perro está en movimiento, lleva la cola alegremente hacia arriba, pero nunca debe estar curvada sobre el dorso.
En la caza
Es un perro con una gran capacidad para almacenar datos en su memoria. Su polivalencia es cierta, no sólo en cuanto a la caza, sino también en otras actividades, como ya se dijo.
El labrador es un perro que muestra de forma rápida y segura, tal vez no tan bella como un perro eminentemente de muestra, pero con confianza. Es una raza rápida y trabajadora en la búsqueda, desarrollando sus extraordinarias cualidades olfativas, incluso en ambientes palustres.
Como cobrador, especialmente en ambientes acuáticos, se destaca este verdadero coloso. El labrador retriever posee un enorme apego y predilección por el agua, no importa de qué características, sea zona pantanosa, charcos, lagos, arroyos, marismas, ríos o el mar; agua dulce o salada; profunda o playa; templada o totalmente helada; el labrador cumplirá con total seguridad su tarea de cobrador: perseguirá incansablemente el ave herida, aunque esta se zambulla, yendo siempre en su búsqueda para traerla con gran delicadeza de boca a su amo.
En bañados, cazando patos, es muy observador, tranquilo y paciente, con buena predisposición. Tuve la satisfacción de haberlo visto cobrar presas de a dos por vez, nadando todo el tiempo, si el terreno así lo amerita (es decir, si el agua supera su altura).
A mi criterio es el mejor perro para la caza del pato y me encanta ver sus competencias en el canal ESPN, cobrando distintos objetos y esos enormes gansos de simulacro. “Es lo más”, y reconozco que en el agua, como él no hay.
En la caza de la perdiz, si el cobro no lo concreta nuestro perro puntero (braco, pointer, bretón, etc.), él demuestra gran habilidad en hacerlo, ya que no presenta negativa alguna cualquiera sea el terreno (pastizales, lagunas, pendientes, etc.).
Pero, si también encuentra un rastro, es admirable ver cómo lo sigue y define la situación por sí mismo (acelera la marcha, yergue su cola). Lo único que le juega en contra es que no detiene la marcha al momento de toparse con la presa, como cualquiera de las razas mencionadas. En síntesis, es un perro todo terreno, polifuncional, inteligente, con el cual podemos cazar aves de rastro (perdiz, por ejemplo) o de vuelo (palomas o patos).
Como mascota es un animal fiel, compañero, servicial, voluntarioso, inteligente, y con muchos adjetivos que califican en las cualidades que pretendemos a la hora de elegir una mascota; muy recomendable para hogares con niños.
Hace ya unos cuantos abriles, tuve la enorme fortuna de compartir nueve gloriosos años cazando con un labrador retriever llamado “Black”. No me tiembla el pulso al asegurar que ha sido el mejor perro que tuve y que quizás tendré. No tanto por su capacidad de caza, que por cierto fue muy buena y me brindó enormes satisfacciones, sino por la calidez de su compañía, su mirada dulce y atenta y su inigualable, incomparable nobleza.
Con su solo recuerdo he quedado completamente conmovido: nos vemos en la próxima entrega y que tengan un exitoso 2012.
Néstor Baldacci
nestor.baldacci@hotmail.com