Solo con lo necesario y bajo un intenso calor recorrimos a pie casi 30 kilómetros por los terraplenes que bordean los afluentes del río Pinto en busca de los nidos de las grandes tarariras Bonaerenses.
Por Horacio Pascuariello.
Con un grupo de fanáticos por descubrir nuevos lugares realizamos una travesía con todos los condimentos para calificarla como “pesca extrema”. La propuesta fue sacar de sus cómodos hogares a estas agresivas amigas que tanto esperamos desafiar después de meses sin darles batalla, y los resultados superaron lo esperado. Un llamado de mi amigo Fabián Sträch Katz me activaron de inmediato las ganas de compartir una aventura bastante exigente para esta época del año. La propuesta fue recorrer un sector de los campos de Baradero, desafiando el calor solo con lo necesario, buscando los espacios más apropiados para tentar las tarariras, utilizando como única guía un terraplén que se extiende kilómetros adentro de una interminable llanura, plagado de espinas, cardos, y una riquísima vegetación compuesta de cebadilla criolla, paja voladora, abrojo, machín y manzanilla.
De Madrugada a la ruta
Llegamos muy temprano a la costa del río Baradero para embarcar puntualmente a la 7 en un sencillo puerto a donde ya había mucho movimiento y una gran cantidad de pescadores esperando su turno para ser llevados a algunas de las islas cercanas, muchas de las cuales cuentan con improvisados paradores hechos de madera y chapa que sirven de refugio para pasar la noche y hacer fuego durante las jornadas a la intemperie. Mientras tanto, desayunamos con los clásicos mates, individuales por supuesto, y unos maravillosos panes caseros rellenos de salame, adquiridos en el lugar que fueron una gran sorpresa culinaria por su sabor, precio y tamaño. Ahí armamos los equipos y aligeramos al máximo lo que íbamos a transportar, debíamos caminar muchos kilómetros y todo lo necesariamente básico debía caber en la mochila, yo lamentablemente sume un peso extra, mi equipo de filmación.
El grupo formado por el músico Emiliano Friguglietti (batería de la banda Plexi), Darío y Federico (padre e hijo) Fabián y yo trepamos al cómodo tracker que nos transportó al puesto que hizo de breve puerto antes de comenzar la larga caminata, el derrotero fue corto y en media hora estuvimos en el lugar a donde además de los dueños de casa nos recibieron una variada fauna compuesta por gatos, perros, gallinas y patos que compartían una alegre convivencia.
Trekking + Baitcasting = Baitrekking ?
Partimos, aproximadamente a las 8, nos esperaban unas 3 horas de caminata hasta el primer point según el GPS de google, el camino mostraba a nuestra derecha un canal alfombrado de cyperáceas, gramíneas y tifáceas, (en criollo repollitos de agua en todas sus variables) de indescifrable profundidad, y a la izquierda un brazo del río Pinto que estaba muy bajo, pero que por tramos estaba con un nivel de agua interesante y que además en su sinuoso trayecto ofrecía excelentes estructuras para probar todo tipo de señuelos, hasta inclusive la esperanza de dar con algún doradito o pira pita encerrado allí.
La primera parada después de una hora y media de caminata fue antes de cruzar una tranquera que hacía de límite entre una inmensidad y otra, ahí abajo en los recodos y con vegetación a flor de agua se dieron los primeros piques, la mañana no había madurado y ya picaban! por lo tanto era un buen augurio para lo que vendría. Reanudamos nuestra ruta, y seguimos eludiendo cardos y todo tipo de plantas espinosas hasta dar con el primer lugar elegido, ahí nos separamos y comenzamos los lances sobre el estrecho canal, había que tirar con cuidado para no pasarnos a la otra orilla o enganchar los señuelos en las vegetación, además pisar en firme también era fundamental, el barro es prácticamente una trampa para cualquier criollo por más avezado que sea y para zafar era necesario la ayuda de alguien más.
A esta altura ya pesaba lo transportado pero la cantidad de piques, llevadas y mordidas que teníamos justificaba todo. Después de algunas capturas todo volvió a aquietarse así que a colgarnos las mochilas y cambiar de lugar. Nuevamente a caminar. Las gomitas evidentemente eran las preferidas por estos enojosos peces que podían salir desde el charco menos pensado, pero básicamente atacaban todo lo que se les cruzara, lo necesario era tenerle fe a un espacio y probarlo, en casi todos los casos se lograba activar un nido y de ahí en más quedaba soportar los tirones que mellaban lideres y hasta doblaban anzuelos.
Parada para empezar la tarde
Así llegamos a un sofocante mediodía que nos castigaba con altas temperaturas y mucha humedad, lo que hizo que recuperar fuerzas y refrescarnos pase a ser prioridad. La tarde fue más fructífera todavía, casi que dejamos de hablar, nos comunicábamos solo por los aullidos que nos sacaban los piques y las furiosas luchas que nos brindaban estos maravillosos peces que son un tesoro para cualquier pescador deportivo, en algunos sectores se daban un pique tras otro en breves lapsos, y en muchos casos nos quedaba la duda de que fuera la misma pieza que picaba nuevamente.
Mientras caía el sol la fauna de apoco ocupaba su lugar, me moría de ganas por fotografiar la enorme cantidad de aves que iban y venían, mientras los carpinchos mostraban su rutina de cortejos y simpáticos trabajos domésticos que parecían estar dedicados para mí, pero no, no largaba la caña y de hecho me había dedicado a probar distintos señuelos para hacer mi propio top teen de lo que tengo en la caja. Con respecto a esto no podría dejarles que fue lo más eficaz, las gomitas con cuchara tuvieron mucha aceptación cuando las zonas que barríamos eran más profundas, pero cuando eran más bajas los plop y los paseantes recibían furiosos y cinematográficos ataques, no son ámbitos para hacer pesca a la espera o con boyas, ahí las tarariras anidan y su espíritu combativo se despierta cuando las provocamos.
La Vuelta
A las 17 y refunfuñando por no tener energías para seguir la jornada fuimos regresando, despacio y tratando de evitar las ganas de volver a pasar señuelos por lugares que nos parecían no haber visto antes. Arrastrábamos los pies, pero los comentarios de la experiencia de cada uno con la dientona que se fue, cortó la línea o masticó un anzuelo hasta doblarlo, nos distrajo del cansancio, mientras hacíamos una lenta peregrinación hasta el puesto a donde nos recogerían, el cual parecía alejarse en vez más.
Según nuestro GPS estábamos a más de 15 kilómetros de nuestro punto de partida y el lanchero volvía a buscar lo que quedara de nosotros a las 19, (finalmente regresamos a las 20hs) lo digo así porque castear, subir, bajar y caminar entre yuyos hasta las rodillas en medio de un calor importante nos había dejado exhaustos. La experiencia fue muy rica y plena de esa mezcla de alegría y curiosidad que nos da descubrir pesqueros que a lo lejos prometen y que al tocarlos cumplen nuestras fantasías de pescador. Seguramente volveremos y esperamos tener la misma suerte, como les contábamos estos ámbitos dependen de que mantengan sus niveles de agua o por lluvias o por los registros hídricos de la cuenca del Paraná, los cuales siguen en baja.