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PESCA EN EL FIN DEL MUNDO

En la edición anterior habíamos compartido el primer tramo de nuestra visita a Tierra de Fuego, donde pescamos en el Río Grande y, como ya lo habíamos adelantado, nos quedaban por delante 4 días más de pesca en la gran isla.

Por Mario D´andrea

En visitas anteriores a Río Grande fuimos conociendo varios personajes del mundo de la pesca con mosca y, entre ellos, Diego Castillo que, a pesar de su juventud y su pasión, logró acumular más de 20 años de experiencia como guía profesional, llegando a ser manager de algunos de los lodges de pesca en Río Grande y, además, se desempeña como embajador para Argentina de una de las marcas más importantes de insumos para la pesca con mosca: Salmon Logic, que no solo está dedicada a la fabricación de cañas de mosca, sino que también reeles, líneas especiales y leaders que tienen un desempeño de alta performance.

Entre tantas charlas compartidas con Diego, hace más de seis años, me venía insistiendo que debía conocer un nuevo lugar que estaba desarrollando para la pesca en la isla y que era un lugar diferente, que valía la pena conocerlo, ya que es uno de los ríos que también tiene la posibilidad de ofrecernos las grandes marrones migratorias.

Desde un primer momento, y por los relatos de Diego, no dejaba de pensar en ir a este río, pero fueron pasando los años sin concretar este viaje, hasta que llegó el momento tan esperado, cuando Miguel me propuso de hacer un viaje al sur, lo primero que se me vino a la mente fue conocer el mítico Río Irigoyen.

Fue así que después de pescar el Río Grande, nuestro nuevo destino era World’s End Lodge que se encuentra enclavado en la misma margen del Río Irigoyen.

El primer tramo se hace por la ruta que une la ciudad de Río Grande con Ushuaia y, antes de llegar a Tolhuin, se encuentra el camino de ripio que nos llevaría hasta nuestro destino. Hasta ese punto habían pasado 40 minutos de viaje y nos dijo Carlos que ya estábamos a mitad de camino.

Casi llegando a las tres horas, abrimos la tranquera de la estancia María Luisa donde nos estaba esperando Pablo con una sonrisa preguntándome por qué habíamos tardado tanto. Sin perder tiempo nos dirigimos al casco de la estancia para hacer nuestro ingreso y de ahí hasta el lodge.

Mientras hacía el trayecto me fui cargando emocionalmente, tomando conciencia de donde estábamos y, bien merecido el nombre del lodge, que traducido significa: El Lodge del Fin del Mundo.

El lugar es simplemente mágico y no podía creer estar ahí, asombrado por los paisajes, sentí que el viaje ya estaba pagado, y ¡hasta me olvidé de nuestro objetivo principal que era la pesca!

Mientras repasábamos los equipos que íbamos a utilizar conocimos a José, pescador que también estaría compartiendo los días de pesca con nosotros y que había llegado el día anterior.

Por supuesto que la pregunta no se hizo esperar, y le consultamos si había tenido suerte y, con una sonrisa, admitió: “Saqué una muy linda…”. Si algo me faltaba para volverme loco era ver la foto de esa hermosa captura lograda.

La pesca

El plan trazado era recorrer primero los pozos de la parte alta del río y, luego, ir bajando para hacer un buen rastrillaje. Las condiciones del río, al igual que en Río Grande, se presentaban con muy poca agua. Diego, nos explicaba que los pozos estaban muy reducidos, pero al tratarse de una especie migratoria había que ir recorriéndolos para dar con las truchas. Para eso el equipo adecuado constaba de cañas de una mano #8, con líneas de flote y leader largo entre los 10’ a 14’, con moscas chicas como: ninfas Emb, Aurelia prince o bien Streamers como NS micro leech, que es un diseño de Nahuel Stauch, quien también se desempeña como guía del lodge.

Al día siguiente salimos al río temprano con destino aguas arriba para empezar a pescar. Llegamos a nuestro primer pozo y, como nos dijo Diego, cada uno de éstos estaban reducidos por la falta de agua, y nos fuimos turnando para pescarlos.

Pudimos concretar un par de capturas de pequeñas marrones residentes que, por el tamaño del equipo que estábamos utilizando, no la pudimos disfrutar mucho, pero de haber ajustado los equipos hubiésemos realizado una pesca muy divertida. Igualmente nuestro objetivo era dar con algún buen trofeo que sabíamos que allí se podían prender.

Volvimos al lodge y, Matías, el cheff, nos estaba esperando con un almuerzo listo para reponer fuerzas, para seguir recorriendo el río.

Por la tarde salimos en busca de otros pozos donde, tras capturar un par más de residentes, parecía que buscar nuestro trofeo sería más difícil de lo que pensaba. Ya casi a última hora de la tarde, en el pozo del árbol caído, pudimos ver un par de saltos de truchas grandes. ¡Ahí estaban, solo era de dar con la técnica correcta para tentarlas!

Se nos escurrió la primera jornada sin poder dar con ese gran pez, pero, al menos sabíamos que estaban.

Para todo esto, mientras cenábamos, José, nos mostraba la foto de una extraña captura: el primer salmón Chinook juvenil que se daba en este río.

Al día siguiente nos separamos: Miguel y Vicky salieron con el Colo, en busca del árbol caído; mientras Diego y yo buscamos unos pozos aguas abajo. A poco de llegar vimos actividad de varias residentes que, tras poner la mosca al agua, se abalanzaban sin dudar. Entre captura y capturas de estas juveniles, siento un pique algo más fuerte y, con solo parar la caña, quedó clavado. La sorpresa fue que habíamos logrado la segunda captura de un salmón, algo muy extraño, ya que desde los 6 años que lleva operando el lodge en estos dos días se pudieron concretar estas capturas.

Volvimos al lodge y veo la cara de Miguel lo delataba y, sin perder tiempo, sacó el celular para mostrarme la terrible trucha que había pescado: un macho de más de 70cm lo había exigido al máximo, mientras José también había logrado otra captura similar aguas abajo.

Por la tarde me informa Diego que era hora que tenga mi regalo de cumpleaños ya que en esos días llegaría a mis 52 pirulos. Pero, que para eso, nos dedicamos a preparar bien los equipos y atar unas cuantas moscas ya que, según él, podíamos tener sorpresas.

Tal lo planeado, después de desayunar, nos separamos en un cuatriciclo y un seis por seis para llegar a la parte baja del río donde se encuentra con el mar. No paraban de decirme que me preparara para mi regalo de cumpleaños, tanto Diego el Colo y Nahuel se veían confiados de lo que íbamos hacer y lo podía percibir por lo que cada minuto que pasaba me cargaba de ansiedad. A pesar de tener miles de kilómetros recorridos y más de 30 años conociendo lugares, volví a sentir esa adrenalina que te invade cuando esperás algo diferente.

Llegamos a la parte baja del río y cambió drásticamente la geografía con un río lento, aguas verdes pero sin movimiento. Nos separamos en tres grupos: José estaba con Nahuel, el Colo con Miguel y Vicky, y Diego y yo, por otro lado.

Nos separamos y la idea era ir recorriendo los pozos desde las dos márgenes con lanzamientos ligeramente aguas abajo para que derive y trabajar primero la mosca en forma muy lenta y con trips largos y volver a repetir el mismo lanzamiento pero con trips cortos y muy rápidos buscando de qué manera la podíamos hacer picar. Como si fuese poco, escucho los gritos descontrolados de Vicky, no había dudas que estaba en plena pelea con un gran ejemplar.

Era momento de parar, respirar profundo, y volver a empezar. Esta vez escuchando a Diego lo que debía hacer llegó mi primera captura del Irigoyen. Trabajando la mosca muy lenta, siento que el pez frena el tripeo y, con solo parar la caña, empezó una corrida interminable. Es lo que todos los pescadores esperamos: un río tranquilo, el entorno maravilloso, y ese salto espectacular que te confirma que tenés un gran pez prendido en tu anzuelo.

Varias fotos y al agua, mientras seguíamos escuchando de la otra margen del río un festival. Esta vez, Miguel, también tenía su premio y, en poco más de dos horas de pesca, cada uno concretamos entre 4 a 6 capturas con ejemplares entre los 65cm hasta un par que superaron los 85 cm de estas peleadoras Sea Brown trout .

Nos reagrupamos para tomar un café caliente al borde del rio y ninguno de nosotros salía del asombro y, como me dijo Diego: “te dije que te esperaba tu regalo de cumpleaños…”, lo que nunca pensé de festejarlo de esta manera en un lugar maravilloso con gente amiga y con una pesca que nunca la voy a olvidar.

Ya más relajado hasta tuvimos la chance de plantear un desafío entre Diego y yo: una sola caña y cualquier error que se cometía había cambio de pescador, pique errado afuera, golpe de la mosca en el agua afuera, tiro en la costa afuera cualquier tipo de error sería sancionado con el cambio del pescador y así cerramos la tarde con muchas risas, trampas y capturas que seguían tomando las moscas bien presentadas.

Como todo pescador mosca siempre soñé con conocer esos lugares inhóspitos en Alaska o conocer Nueva Zelandia con esos ríos increíbles o bien llegar a Noruega en busca de los grandes salmones del Atlántico. Pero me di cuenta que acá, en mi Argentina, aún hay lugares que quiero conocer antes de hacer otros viajes y Tierra del Fuego tiene muchos ambientes de estos que hoy son mi prioridad, sin ningún lugar a dudas.

Desde que pesqué Río Grande quedé enamorado de ese lugar y, hoy, el Irigoyen, ocupa un lugar de privilegio en los destinos de pesca. Ojalá pronto pueda volver y, si aún están indecisos donde ir esta temporada, Words end Lodge en el río Irigoyen debe estar como uno de los mejores lugares para encontrarse con una pesca de otro nivel.

Un párrafo aparte se merece Matías, nuestro Cheff, que si algo teníamos que sumarle a esto es que pudimos disfrutar de platos increíbles hasta unos sorrentinos de centolla que hasta el día de hoy puedo saborear.

Instagran: @irigoyenriver_wordsendlodge

www.wordsendlodgerioirigoyen.com

Pablo Lopez  2964-466302

Diego Castillo 2964-485133

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