En lo que a mi experiencia hace, no tengo dudas en afirmar que la Montaraz, Perdiz de Monte, Mollera, Pecho blanco y tantos otros “alias”, es de todas las subespecies de perdices, la más difícil y apasionante de cazar.
El tinamú montaraz, (Nothoprocta cinerascens) es una especie de ave tinamiforme que se encuentra comúnmente en pastizales y zonas de arbustos secos en regiones subtropicales de Sudamérica. De tamaño, podríamos decir, intermedio, entre la perdiz chica común y el inambú guazú o colorada, presenta una coloración pardo grisácea en la parte superior y blanquecina en la inferior.
Tiene básicamente los mismos hábitos alimentarios que las otras perdices, sin embargo, quizá la mayor diferencia, es su notable preferencia y adaptabilidad para vivir zonas de montes cerrados. Esta adaptación hace que sea un ave muy resistente, con cantidad de recursos para ocultarse y escapar de sus predadores y una habilidad única para iniciar un vuelo explosivo, rápido y esquivo, incluso en el medio de la maleza, poniendo al cazador en una especie de ataque psicótico cada vez que no puede disparar por tener un árbol adelante, o hacerlo a pesar de todo, malgastando sus municiones en el follaje.
Esta especie conjuga, como les decía, un cuerpo mediano pero de exquisita carne, con un vuelo muy rápido y de tremenda precisión, el cual, sumado al entorno donde generalmente se la caza, hacen que sea un gran desafío e incluso una obsesión para muchos cazadores (dentro de los que me incluyo, claro está). Por eso, cuando hacia mitad de la temporada recibí la invitación de Pedro Cabana para cazar “pecho blanco” en los montes santiagueños, no dudé un instante en aceptar.
La verdad, esta temporada venía con muchas invitaciones de diversos lugares del país, pero teniendo en cuenta que hacía ya dos o tres temporadas que no cazaba esta especie, sumado al hecho de que volvería a la hermosa provincia de Santiago del Estero, donde la cacé por primera vez allá por el 2010, gracias en su momento a la invitación de mi amigo Germán Carrasco, esta propuesta de Pedro era imposible de rechazar o postergar, así que quedamos en visitarlo hacia finales de julio como broche de oro y cierre de la temporada 2019.
Los anfitriones:
A Pedro no lo conocía personalmente, sin embargo teníamos un vínculo de “amistad virtual” a través de la red social Facebook y había visto que mayormente teníamos los mismos gustos y opiniones sobre la caza y la pesca. Pasaron un par de años comentándonos fotos y luego los videos que subimos en el canal de youtube de Fogón Amigo, hasta que esta temporada vino su invitación y, con ella, la oportunidad de conocernos personalmente.
Pedro trabaja en una veterinaria en la capital santiagueña, apasionado y experimentado practicante de la caza mayor y la pesca, hace unos ocho o nueve años que se ha iniciado en la caza menor gracias a sus dos perros Sindy, una Braco Alemán ruana, y Thayro, que es cruza de braco y Pointer de pelaje blanco y negro. Pero este brevísimo curriculum no menciona lo más importante, esto es, la calidad de persona que es.
Sinceramente pocas veces nos han recibido con tanta generosidad y colmado de atenciones como las que brindara Pedro y su familia a todo lo largo de nuestra estadía, y de hecho, tras conocernos personalmente, no dudo en decir que hemos creado una amistad verdadera que se irá afianzando con el correr de los años.
El otro gran personaje es David, amigo de siempre y compinche de aventuras de Pedro, de profesión panadero y buena gente… a pesar de estar alojados en lo de Pedro, David estuvo prácticamente todo el tiempo con nosotros, atento y solícito, acompañándonos por supuesto en todas las cacerías junto a su fiel Tomi, un Pointer blanco y naranja que, a pesar de estar manco por la fractura de una de sus manos hace unos años, cazó todo el tiempo a la par nuestra mostrando un verdadero corazón de león.
Odisea:
Llegamos a Santiago un viernes ya bien entrada la noche, bastante cansados por el viaje y las actividades laborales de la mañana, así que luego de cenar unos exquisitos tamales y el tradicional asado con que nos recibieron, nos fuimos al sobre perdiendo el conocimiento casi al instante, ya que por otra parte, la idea era madrugar.
A las 7 nos levantó Pedro con un desayuno como para un equipo de Rugby, que incluía también algunos de los productos de la panadería de David… obviamente no lo íbamos a despreciar y le entramos con dedicación. Terminada la faena, arrancamos para el primero de los campos a visitar, una estancia enorme dedicada básicamente a la ganadería y la agricultura de forraje. El día era simplemente UN SUEÑO, con un sol diáfano, nulo viento (demasiado nulo a mi gusto) y ni el más mínimo rastro de nubes y por cierto, bastante frío, lo cual me tranquilizaba ya que Santiago del Estero también es famoso por la gran cantidad de víboras yarará y cascabel que lo habitan.
Luego de atravesar nuevamente la hermosa ciudad capital, anduvimos casi una hora hasta llegar al destino, cerca de las 9 de la mañana, ya con todo rastro de rocío evaporado y como dije, un día realmente precioso. Luego de saludar al encargado y su familia, comenzó el ritual de los preparativos: sacar la ropa, elegir los cartuchos en los que depositamos nuestros sueños, teniendo en cuenta la posible presa, las condiciones del viento y nuestras preferencias, claro, darle agua a los perros antes de salir, armar la escopeta, Damián sus cámaras, chequear que no nos falta nada y arrancar.
El primer “potrerito” debe haber tenido no menos de 100 hectáreas sin que crucemos un solo alambre, era de pasto puna o llorón un poco más alto que nuestras rodillas y circundado con el típico monte cerrado, áspero, inhóspito de la zona. No alcanzamos a hacer 100 metros cuando mi hijo Gastón se llevó puesta una perdiz y la abatió, por lo que parecía que la cosa venía muy bien, y ni les cuento cuando, unos pocos metros y minutos más adelante, Lola encontró un rastro y se puso en muestra a unos 80 metros míos.
Lamentablemente no pudo sostener la muestra y una hermosa montaraz salió volando totalmente fuera del alcance de mi escopeta, ganando rápidamente el monte!!! Un arranque tremendo, sin embargo, los metros, los minutos e incluso las HORAS fueron pasando, cambiamos de potreros, buscamos en potreros recién desmontados, en otros con gramón alto, en rastrojos de soja y maíz, buscamos dentro del monte tanto como las terribles espinas de los talas, uña de gato, acacias negras, sombra de toros, cactus y un larguísimo etcétera de plantas espinosas, nos lo permitían, incluso a riesgo de no pocos arañazos y roturas de ropa. Caminamos literalmente toda la mañana, unas tres horas largas, y según una app del celu de Damián, unos 14 km si mal no recuerdo, sin embargo, a pesar del empeño, no logramos ver otra montaraz y apenas logramos un par de perdices chicas cada uno.
Cuando finalmente llegamos a la ranchada, acalorados, exhaustos y con bastante sed, el puestero que vive y anda todos los días ahí, no podía creer lo sucedido. Según él, e incluso Pedro, que frecuentemente visita ese campo, hay una muy buena población de montaraz, así que las caras no daban crédito de lo sucedido y la presión de nuestro anfitrión comenzaba a hacer estragos en su constante buen humor.
Por suerte para todos, el asado estaba listo y las “penas” y sinsabores de la dura vida del cazador, pronto fueron sanadas con unos cuantos kilos de costilla, chinchulines, chorizos, morcilla, ensalada, torta asada y bebidas varias para rehidratar y recargar las pilas para la tarde. Dados los resultados, Pedro tenía previsto ir a otro campo, pero cuando nos disponíamos a salir el encargado le dijo que recién podríamos ir el domingo porque estaban los jornaleros trabajando. Ni les digo la cara de Pedro, por suerte David tiró una segunda opción en otro campo al que siempre van, así que apuramos la carga de la camioneta y arrancamos, no sin antes aprovechar para que Gastón haga su debut con una charata o pava de monte que levantamos.
Si bien el cupo que habilita esta especie es de hasta cinco por día, nos comentaba Pedro que prácticamente nadie las caza y en los potreros de alfalfa se congregan en bandadas enormes, haciendo verdaderos estragos en algunos casos. El único problema es que es muy difícil cazarla con perros de muestra porque justamente andan en bandada y apenas detectan una amenaza, emprenden vuelo poniéndose rápidamente fuera del alcance de las escopetas, así que en estos casos es mejor caminar sin nuestros fieles amigos. La verdad, nos gustó mucho la idea y creo que la próxima temporada podremos hacer una nota para esta Revista y filmar algo para Fogón Amigo.
La cuestión, pegamos la vuelta a la siesta y fuimos al campo conseguido por David, teníamos de un lado un rastrojo viejo de maíz, tapado de maleza, y del otro pastura natural, siempre circundado obviamente por montes y más montes. Para aumentar las posibilidades, Pedro, David y Damián irían por toda la lonja de pastura natural, mientras Gastón y yo encararíamos el muy prometedor rastrojo, buscando siempre el linde de los montes ya que nuestra esquiva presa no suele alejarse mucho de la protección del hábitat que le da su nombre. Nuevamente medimos la distancia… cerca de 3 km sin ni siquiera un rastro, mucho menos una muestra de absolutamente nada. Ya la desazón golpeaba fuertemente la moral de todos, y ni les cuento cuando al salir del campo nos topamos con una perdiz montaraz en la tranquera comiendo tranquilamente como una triste burla de nuestra fortuna.
Quedaba muy poca luz y las opciones se agotaban. Era volver así y esperar hasta el otro día intentar entrar al otro campo o hacer una última jugada en un campo muy cercano a la casa de Pedro donde suele varear sus perros. Y bueno, ninguno de los cinco estamos hechos de plastilina, así que a meterle actitud y arrancar para ese campo, mezcla de plantaciones de algodón y maíz, con monte.
Persevera:
Una hora de luz diurna era lo máximo, siendo generosos, así que a pesar de ver un par de bandadas de charatas al ingresar, decidimos no perder tiempo y jugarnos el pleno a nuestro objetivo.
El potrero disponible no era grande, quizás 5 hectáreas y arrancamos en línea tipo batida europea. En mi caso opté por dejar a Lola en la camioneta porque sus 10 años pesan y la había exigido demasiado, estaba agotada, acalambrada y bastante herida por las espinas y la dureza del entorno en general. El primer síntoma de que la constancia iba a dar sus frutos lo tuvimos apenas arrancamos, saliendo una montaraz muy cerca de Pedro quien marró los dos tiros.
Seguimos caminando y lo siguiente que levantamos fue un hermoso zorro, pero nada más… terminamos el potrero y nada. Pedro y David por entonces estaban al borde de un colapso nervioso por la presión que tenían, habíamos ido a cazaderos muy conocidos por ellos y NADA. Pegamos la vuelta medio ya como entregados, por el último borde de monte del potrero y como la lluvia tras una larga sequía, primero empezaron como gotas esporádicas y después TORMENTA MONTARAZ !!!
El espíritu de todos cambió, cambió hasta la actitud de los perros que estaban aún más frustrados, cansados y heridos que nosotros, las famosas pecho blanco se sucedían una tras otra, algunas a tiro, otras no tanto, otras lejos, pero en gran gran cantidad y en los escasos 20 minutos que nos quedaban de luz y de camino hasta la camioneta pudimos completar casi todos el cupo. Hay una foto, quizás sea parte de esta nota, en la que estoy con Pedro mostrando mi primera montaraz tras mi retorno a Santiago del Estero donde la conocía. Creo que la cara de mi amigo refleja el alivio y la alegría del momento, su campito de siempre NO LE FALLÓ.
Esa noche David con su oficio de panadero nos deleitó con pizzas caseras a la parrilla, la charla distendida y un cansancio brutal tras más de 20 km de duro monte y pastizal recorridos fue dando paso al merecido descanso.
Broche de oro:
Volvimos a madrugar, ya con el objetivo fijo de hacer una breve cacería de media mañana, con la idea de emprender el regreso a casa antes del mediodía. A diferencia del día anterior, el tiempo estaba con cielo totalmente cubierto y bastante viento norte y muy frío, con algunos breves chubascos de llovizna.
Ingresando apenas al campo me di cuenta por qué Pedro insistía tanto en ir el día anterior y su angustia cuando el encargado le pospuso el permiso. Es un campo realmente espectacular, prácticamente diseñado para los amantes de la caza de montaraz, son todos potreros de rastrojo o pastura natural baja, circundados por pequeñas cintas de monte de no más de 20 metros de ancho, y que parecen extenderse por cientos de hectáreas, obviamente, la próxima temporada vamos a volver ahí.
A pesar del clima que se ponía realmente difícil por momentos, la población de montaraz se ve, es excelente y en menos de dos horas hicimos la cacería, regalándome incluso la que estoy seguro, será la última perdiz montaraz de mi querida perra ya que con sus 10 años es hora de que pase a jornadas más apacibles y en entornos más suaves, en un progresivo pero inevitable camino a su retiro final, si Dios quiere, aún dentro de unas temporadas más.
Esa mañana fue la única montaraz que agarré, pero, con la carga emotiva antes dicha, se que siempre la voy a recordar. Veníamos con un fuerte viento que me hacía entrecerrar los ojos un poco, las manos y la cara heladas, Lola con su típico trote constante toma la emanación unos 20 metros a mi derecha y comienza el rastreo con un par de detenciones en muestra hasta que unos metros por delante ya queda fija, me acerco, quito el seguro y ante mi orden pone en fuga la montaraz. Ésta, como facilitando el epílogo, vuela en forma rectilínea y paralela, no es un tiro difícil, casi improbable teniendo en cuenta la especie y la abato limpita, Lola me la trae a mis manos y se gana mis caricias y el eterno agradecimiento… han sido tantas, tantas las satisfacciones que me ha dado y pensar que conocí esta presa también en su primer temporada, allá lejos y hace tiempo.
Sinceramente nuestra aventura santiagueña fue toda una enseñanza, le metimos muchísima actitud y esfuerzo, y si bien nos costó muchísimo hacer la cacería, lo logramos y el sabor es doble. Respecto a nuestros anfitriones, sin palabras realmente. Solo resta esperar unos cuantos meses para volver a verlos y compartir tan hermosos momentos. Un abrazo amigos!
Texto: Néstor Baldacci – nestor.baldacci@hotmail.com
Fotografías: Damián Gallo – www.facebook.com/fotografiadamiangallo