Queremos compartir la segunda y última parte de nuestra cacería en el coto “El Espadañal” en la provincia de Santa Fe, donde vivimos la mayor y más fascinante experiencia de caza mayor que puedo contar hasta el momento, superando todas las expectativas.
Texto: Néstor Baldacci – @fogonamigo // Fotografías: Gastón Baldacci – @gastonbaldacci.ft
Antes de arrancar este relato, sugiero se tomen el tiempo de leer la nota anterior, que publicamos en el mes de noviembre, contando toda la primera parte de nuestra visita al coto “El Espadañal”, un campo de 6.800 hectáreas ubicado entre las localidades de Tostado y Vera, próximo a Gallareta, en el centro norte de la provincia de Santa Fe, completamente habilitado para la Caza Mayor de Especies Exóticas Invasoras, cuyo fuerte sin lugar a dudas, es el chancho cimarrón, pero donde también uno puede realizar la caza de búfalo y carnero.
¿Y porqué es importante leer la nota anterior? Básicamente porque en ella contamos nuestras primeras impresiones y experiencias, limitadas por el tiempo y la luz solar, y sumamente condicionadas por el extravío de un celular, cuya búsqueda demandó varias horas y que recién logramos recuperar después de nuestro paso por el campo, gracias al esfuerzo de Claudio Paz, el dueño del establecimiento y de Emiliano Ferreyra, el guía, que no dieron el brazo a torcer y siguieron buscando hasta que finalmente apareció sano y salvo. Pero cuento esto, porque realmente modificó bastante la planificación de la primera jornada y porque mentalmente también nos distrajo de los objetivos… así y todo, pudimos lograr un gigantesco padrillo, en un rato de apostados.
SEGUNDA PARTE
Luego del brindis y la cena para festejar el padrillazo logrado por Gastón, nos fuimos a dormir, exhaustos pero felices, abriendo las ventanas para que corra una hermosa brisa del norte, que solo sentimos unos pocos segundos antes de desmayarnos de cansancio, y cuando el despertador señaló las 06:00 AM parecía que recién nos acostábamos, pero bueno, la adrenalina por cazar nos hizo saltar de las camas.
NADA… y les aseguro, ¡nada! Nos podía preparar para la experiencia siguiente, más allá de que constantemente Emiliano, los meses previos nos había asegurado que había muchos chanchos y que los íbamos a poder ver con relativa facilidad. Un par de meses antes, por sugerencia mía, había ido un seguidor de Fogón Amigo, Marcos de la ciudad de Santa Fe y había vuelto enloquecido con lo vivido. Y también estaba el testimonio de los cazadores que habían estado hasta ayer en el coto y habían abatido nada menos que 11 padrillos en dos noches, y que nos aseguraban que había muchos chanchos… pero una cosa es que a uno se lo digan, o que le manden videos y otra cosa, completamente diferente es vivirlo como lo hicimos nosotros. Aún así, comprendo si no me creen o consideran que mi relato es exagerado, porque a mí me pasó lo mismo, no creía que fuera posible.
Apuramos unos buenos mates mientras preparábamos los equipos, tanto de caza como de filmación y fotografía, para lo que sería un rececho diurno sobre chancho salvaje, viendo de reojo cómo el sol terminaba de despegarse del horizonte, mientras Claudio y Emiliano charlaban lo más panchos, y a mí me daba ganas de salir corriendo para aprovechar el amanecer antes que se vayan todos los chanchos a dormir!
Pero no, tranquilos y casi regulando, nos fuimos con la camioneta de Claudio para el mismo estero donde el día anterior habíamos perdido el celular, cruzamos el canal que separa la zona de pajales del estero, por un puente y nos metimos con el vehículo unos cien metros (aclaro que hasta la fecha hacía varios meses que no llovía y la atroz sequía que azotó al litoral argentino había secado todos los esteros) hasta que tranquilamente Claudio nos señala una chancha con crías y un padrillo gigante que la acompañaba, a unos doscientos metros de donde estábamos. Armamos el drone, un Mavick Air II rápidamente, mientras los chanchos comenzaban a tomar distancia, pero finalmente Gastón pudo localizarlos en la pantalla y hacer hermosas tomas durante varios minutos viendo cómo los animales se marchaban.
A todo esto, mientras Gastón volaba el drone, pudimos ver al menos dos grupos de chanchos más, en diferentes puntos de ese sector del estero, pero siempre a muchísima distancia, así que teníamos que usar las miras para confirmar que fueran chanchos y no vacas, que también había y muchas por todos lados, pastando.
Imagínense el pobre corazón de este relator, mientras veía por un lado las imágenes del drone, por el otro las otras tropitas y, por el otro, el sol que ya estaba alto y pensaba que me iba a quedar con las ganas de tirar. Así que hasta que volvió el drone y pudimos reemprender la marcha, para mí pasó como una eternidad, aunque fueron solo un par de minutos. Avanzamos bordeando el canal hasta otro potrero más o menos a 800 metros de donde habíamos filmado y ahí dejamos la chata para empezar el rececho. Bueno gente, que quieren que les diga, me pueden creer o no, pero había grupos de chanchos para donde uno mire, del color, tamaño y sexo que uno deseara.
No vimos ninguna de las enormes tropas que tanto Marco, como Emiliano me decían que era fácil ver, pero había grupitos de entre tres y diez chanchos para donde quiera uno mirar, obviamente a diferentes distancias y muchas veces, medio mezclados entre las vacas, por lo que, aún teniéndolos a una razonable distancia de tiro, no podíamos hacer nada por riesgo de herir la hacienda.
Igual, era cuestión de elegir algún grupo o individuo que nos gustara e iniciar el rececho, que fue lo que hicimos con una tropillita de 5 o 6 donde destacaba un padrillo bastante grande. Con la guía de Emiliano hicimos un rodeo siempre respetando el viento, de unos doscientos metros más o menos, hasta llegar a un chilcal que nos serviría de escondite perfecto para hacer la aproximación final y tener un disparo de unos 70 metros más o menos.
Nos ayudaba mucho el viento de frente que no solo alejaba nuestro olor sino que además suprimía todos los ruidos que generábamos pisando el pasto y el cañizal seco del estero. Además íbamos cubriendo nuestra marcha con unos novillos que pastaban tranquilos por lo que todo venía espectacular y los latidos ya estaban próximos a la taquicardia. En lo que pareció una eternidad, llegamos al chilcal para hacer la aproximación final, mientras los metros se achicaban y los chanchos pastaban tranquilos, totalmente ignorantes de nuestra presencia, ya estábamos a unos 100 metros, pero la idea era asegurar el tiro y, en lo mejor que estábamos, ya casi a 70 metros, la tropilla de novillos que teníamos perpendicular a nosotros, pega la espantada!!! Y claro, atrás los chanchos y nuestros sueños.
¡Qué frustración gente! Realmente estaba hermoso el padrillo. Pero bueno, El Espadañal realmente está repleto de chanchos y como ya dije, era cuestión de mirar la planicie y con los binoculares o las miras de los fusiles, elegir otro objetivo y avanzar, que fue lo que hicimos, pero esta vez, por dentro del chilcal a cubierto. ¿Qué puedo decirles? En el chilcal había más chanchos que afuera gente, y si, van a tener que ir Uds. para entender que no miento ni exagero, no tengo porque hacerlo. Avanzábamos y se nos levantaban chanchas con crías, chanchitos, chanchas solas, chanchos medianos, padrillos solos, juntos… negros, colorados, manchados, fajados, blancos, grises.
Como para hacer algún tipo de analogía, es como cuando estás escondido y te entran patos de todos lados (o en un paso de palomas) no sé, háganse una idea y multipliquen. Algunos nos saltaban atrás porque nos olían, otros los íbamos asustando nosotros al avanzar y yo a todo esto ya no sabía para donde encarar el fusil, pero habíamos acordado con el guía hacer un tiro en lo limpio para tener una buena toma, así que descartamos no menos de veinte chances de disparo seguro y a buenos bichos. Era tan grande la adrenalina que junté que en un momento Emiliano se da vuelta y me dice “bueno Néstor, ¿querés hacer un tiro a la carrera? Ahí vienen tres cachorrones…” (evidentemente notó que yo ya no daba mássss) Tiré y erré bien, pero me saqué las ganas y finalmente pudimos elegir un grupo de padrillitos solos que había unos 100 metros más adelante y en lo limpio.
Recechamos por las chilcas, mientras nos pasaba un padrillo hermoso a unos 30 metros y se perdía en el fieral y por fin llegamos al objetivo. Había dos padrillitos superpuestos que estaban realmente un manjar para intentar un doblete, pero optamos por otro más gordito que estaba al lado, apunté apoyado en un monopie pero estaba algo inestable y el corchazo pegó un poco atrás de la paleta, en la zona de los pulmones. Era mortal pero el animal no quedó y encaró para nuestro chilcal para esconderse, pobre bicho… dudo que hubiera llegado porque de verdad venía mal, igual quise acortarle la agonía y lo planché.
Algarabía por las buenas tomas realizadas y a hacerle señas a Claudio para que venga con la camioneta a buscarnos, mientras aprovechamos para eviscerar el animal y filmar unas chanchas con cría que nos pasaron cerca, como si nada. Llegó Claudio, cargamos el padrillito de unos 60 kg. y decidimos hacer un último disparo buscando otro padrillo de los buenos como para cerrar lo que ya era un NOTON tanto en la gráfica como en videos. Cruzamos de potrero, siempre más o menos con la misma fisonomía, estero seco pero empastado y franjas de chilcales con vacas y chanchos por todos lados… es curioso como uno se acostumbra rápido a ciertas situaciones, veíamos chanchos para donde quisiéramos y ni siquiera intentábamos filmarlos, de hecho los habíamos captado con el visor, con la cámara, con la Go Pro, con el celular y con el drone!!!
Esta vez le cedí el disparo a Gastón, que estoicamente se había bancado mi rececho anterior y el diluvio de chanchos que comenté. A nuestra izquierda, cerca de un grupo de vacas había un padrillo solo, la verdad de buen tamaño, sin ser enorme. Pero en la “góndola de este supermercado” había otra oferta a unos 150 metros con un grupo de 8 o 9 puercos entre los que destacaba otro padrillo más grande y nos decidimos por ese. Viento bien de frente, pero sin ningún tipo de cobijo, así que era avanzar un poco, en fila los cuatro, ya que Claudio también se sumó al espectáculo, y evitar movimientos bruscos que nos delaten.
Así nos fuimos acercando poco a poco hasta llegar a unos increíbles 40 metros de la tropilla que, para variar, estaba entre unas vacas. Esperamos lo que fueron interminables minutos hasta que las vacas se corrieron un poquito y cuando estaba todo listo para el disparo, el chancho se ACOSTÓ y se empezó a revolcar en la tierra, bueno, él y toda la tropilla. Sí, sí, adelante nuestro los tipos se tomaron un baño de tierra. Así que tuvimos que seguir esperando que terminaran ya que el tiro no era claro y cuando finalmente se levantaron, PUM.
Desbandada general y con ellos, el padrillo atrás! Algo rezagado, pero al trote al fin, así que sale un nuevo disparo que pensamos que había sido errado (luego vimos que no, le pegó atrás) y tuvimos que salir a buscarlo, por suerte en una llanura sin donde esconderse, además el animal estaba herido y unos doscientos metros más adelante vimos como se separaba de la tropilla ya para morir. Pero como en el caso anterior optamos por acortar la historia y un tercer impacto lo definió, ya cerca de un arroyo. Teníamos un hermoso padrillo, de buena boca, y era el cierre perfecto para esta aventura increíble, que sin embargo tenía nos iba a seguir sorprendiendo.
Llegamos al animal y mientras Claudio y Emi lo abrían, nos salió un padrillito que estaba oculto en el arroyo salió caminando como a 40 metros, como si nada, y no más de 5 minutos después nos pasaron dos más por adelante a unos 80 metros !!! Así de LOCO es este lugar increíble e indescriptible del norte santafesino, donde el chancho cimarrón ha encontrado evidentemente el lugar perfecto para vivir y reproducirse a niveles impensados.