La presencia de los surubíes, en todo el litoral ha sido realmente sorprendente, no hay rincón de nuestro Paraná Medio que no haya tenido buena población de cachorros y, el sur santafesino, no fue la excepción.
Por Ariel Robledo
La pesca deportiva en nuestro litoral argentino está pasando por un momento inmejorable. La notable presencia de peces de distintas especies, luego de la crecida que experimentó el Paraná en los últimos meses del año pasado, ha provocado que muchas especies se reproduzcan de manera notable, y esto se trasladó a la caña y el reel, ofreciéndole a los aficionados momentos de mucha diversión, especialmente con una especie que suele ser la debilidad de muchos como es el surubí.
A lo largo y ancho de nuestro gran río, los pintados fueron protagonistas excluyentes en las jornadas. Con la llegada de los primeros fríos algunos imaginaban que los surubíes iban a dejar de picar o, al menos, iban a mermar su presencia… pero, por suerte, esto no sucedió, y el pique sigue firme.
Así fue que llegó la llamada de Miguel Moyano, para invitarme a realizar una pesca en su querida Arocena. Unos meses atrás lo visitamos cuando el río estaba alto, y los dorados eran los grandes protagonistas en las jornadas de los pescadores. Esta vez, la invitación también era seductora, ya que la gran figura era el surubí, que estaba picando en los bancos y veriles sobre el río Paraná.
Sin muchas vueltas, y viendo que el pronóstico del tiempo nos acompañaría, armamos el viaje relámpago y, a los dos días, ya estábamos pisando las costas de la laguna Coronda, mientras Miguel y su hijo Abraham, bajaban las nuevas lanchas con las cuales ofrecen actualmente su servicios de pesca.
Para quienes conocemos el sacrificio que hace la familia de Miguel para llevar adelante su trabajo, es un verdadero placer ver su crecimiento, y cómo con el paso del tiempo va sumando clientes y también optimizando su servicio para que los pescadores la pasen realmente bien.
Tras conversar unos minutos, empezamos a navegar hacia el río Paraná, ya que los días anteriores Miguel había estado pescando sobre el gran “pariente del mar”, con muy buenas capturas de surubíes.
Desde la costa de Arocena, hasta el Paraná, son unos 40 minutos de navegación por arroyos de una belleza impactante, enmarcados por la vegetación costera que, por tramos, forma túneles de sauces y alisos, haciendo la navegación muy entretenida.
En la salida al río Paraná, nos detuvimos a probar anclados en un pozón, en donde días anteriores había tenido buenas respuestas con los surubíes. Pero, como la pesca no es una ciencia cierta, esta vez los cachorros brillaron por su ausencia y fueron las palometas las que coparon la parada. Inmediatamente, salimos del lugar, y nos dirigimos a unos veriles que Miguel tenía marcados, pero que no los había pescado en las jornadas anteriores.
En la primera caída sobre un extenso veril del Paraná, fuimos viendo que en la superficie cazaban algunos doradillos. Estas imágenes indudablemente nos pusieron en alerta, ya que si bien buscábamos los surubíes, los dorados también nos entusiasmaban…
Primera deriva, y siento el pique en mi caña, de un dorado mediano que se tentó con la morena. Utilizaba para la ocasión un aparejo verilero, con un plomo de unos 50 gramos con forma de almeja, un diseño de lastre que me gusta porque, si bien copia el fondo, no golpea tanto como los que tienen formas esféricas.
Tras la devolución, regresamos para repetir la caída. Nuevamente los dorados se adueñaron de nuestras carnadas, con un doblete, de mejores tamaños…
Con Miguel hablamos que lentamente se van activando los dorados… cuando el agua se aclare se va a poner muy buena la pesca de esta especie. Hay mucha carnada, y dorados también.
Nos movimos de sitio, ya apuntando al lugar en donde nuestro anfitrión tenía la “cueva de los surus”.
Cuando llegamos al punto de pesca Miguel me dice: “¿Te acordás Ariel?, este veril es el que pescamos con Mario D´Andrea hace unos años atrás…”. Miré la costa y la boya verde que marcaba el banco de arena, y le digo a Miguel que la zona estaba cambiada, pero que me acordaba de una punta de isla que se ubicaba aguas abajo…
Fue en este lugar en donde hace unos años atrás hicimos una linda pesca de surubíes con Mario, confirmando la teoría de que la pesca no es una casualidad, sino que hay una causalidad que hace que los cardúmenes se muevan por determinados lugares, en determinadas condiciones del río.
En la primera caída, sacamos un par de manduvas, que reservamos para disfrutarlos fritos al mediodía. Estábamos pasando muy cerca de la costa, entonces el guía sugirió, que las próximas pasadas las íbamos a hacer más en lo profundo.
Así fue que, apenas empezamos a bajar, empujados por la corriente, tuve un lindo pique, y después la corrida de un hermoso surubí que se llevó las primeras fotos. Lo devolvimos y seguimos bajando y, nuevamente, otro pique. “Están más en lo profundo ahora…” me dice Miguel, ya que en los días anteriores él tuvo mayor respuesta en las zonas playas cerca de la costa. Se nota que el frío hace que los surubíes empiecen a buscar sitios más hondos, en donde hay una mayor estabilidad de temperatura.
Estuvimos un par de horas gareteando en el lugar y la cantidad de piques y capturas que tuvimos fue sorprendente. Incluso, en varias ocasiones, sacamos surubíes con la misma morena, lo que habla a las claras de la voracidad con la que estaban los peces. Seguramente están alimentándose para lograr buena cantidad de grasa, que les permita pasar las temporadas de frío un poco más estáticos en los pozos.
Al mediodía, buscamos un lugar en la costa y compartimos el almuerzo junto con Abraham, y unos clientes que estaban pescando junto a nosotros. Una entretenida sobremesa, y la charla que parecía no tener fin demoraron nuestra salida al río… en verdad la nota ya la teníamos resuelta, y como nos quedaban alguna morenas decidimos cerrar la tarde haciendo algunas pasadas en el mismo lugar en donde por la mañana nos hicimos un festín.
Increíblemente, los surubíes se habían activado mucho más que por la mañana, dándonos los últimos minutos de pesca gran cantidad de capturas y devoluciones.
Arocena una vez más nos sorprendía por su generosa pesca, y en esta ocasión nos dimos el gusto de estrenar las nuevas embarcaciones que posee Miguel para dar un servicio realmente impecable.
No importa la época del año, este pesquero santafesino, desde hace un tiempo hasta esta parte, nos promete jornadas de mucha acción, ideal para aprovecharlas.
Excursiones de pesca El Pacahá de Miguel Moyano: Lanchas amplias, con motores de 90 HP 4 tiempos, motor eléctrico, pesca con carnada, baitcasting y mosca. Servicio completo, atención personalizada.
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