Villa de Soto, Córdoba
Seguramente cuando esta nota esté en sus manos, el frío ya levemente comenzará a despedirse. Por este motivo es válido saber que existen pesqueros que, ante el inicio de una temporada de aguas más cálidas, pueden llegar a darnos buena pesca de tarariras, como el dique Pichanas, en la provincia de Córdoba.
Por Ariel Robledo
Ya hace algunos años, tuve la posibilidad de conocer a Martín Rodríguez, con quien con el paso del tiempo fuimos fortaleciendo una amistad que crece más allá de las distancias.
Martín me insistió durante algunos meses para que fuera a pescar al dique Pichanas, embalse ubicado a unos quince kilómetros de la ciudad de Villa de Soto en Córdoba. Tras varios llamados y su insistencia fui por primera vez a ese destino cordobés, del cual sinceramente les digo que quedé enamorado. Hoy ya pasaron algunos años de esa primera invitación y sigo yendo a disfrutar de la paz de la zona y de su magnífica pesca, tanto de tarariras como de lindos pejerreyes.
Este año viajé unos días antes que los fríos intensos se despidiesen de la región. Como era previsible, organizamos una salida de pesca con Martín en Pichanas, con la compañía de nuestros hijos, quienes también disfrutan de la pesca y los paisajes de la zona.
Tras gozar de unos hermosos días en el amplio parque de las cabañas Barrancas del Río, acordamos pescar media jornada, eligiendo la siesta como el mejor momento, ya que las aguas estaban un poco frías y las tarariras se activarían durante el horario de mayor sol.
De la excursión también serían parte Diego Bauer y su amigo que, desde Buenos Aires, llegaron para disfrutar del fin de semana largo y las excelentes condiciones de pesca que nos ofrece este dique.
La siesta se presentaba ideal: nada de viento y un clima templado con el cielo algo nublado. Cargamos los equipos y nos trasladamos hasta Pichanas en busca de piques.
Cuando llegamos a destino, vimos muchas personas pescando pejerreyes en el paredón y otras que buscaban tarariras desde la costa. El espejo se mostraba planchado y rápidamente navegamos hasta la costa de enfrente del dique para bajarnos y caminar en las bahías.
El nivel del agua era bajo, lo que indudablemente redundaría en buenos resultados, ya que, como me comentaba Martín, “las taruchas se concentran en distintos sitios específicos”. Si dábamos con esos lugares, podríamos conseguir muchos piques en poco tiempo.
Armamos los equipos de baitcasting y spinning, y comenzamos las pruebas. Los chicos hicieron sus primeros lances en lugares abiertos, especialmente para que ajustasen los reeles y practicaran un par de lances de precisión antes de ir a los sitios de pesca. Esto siempre lo hago, ya que a veces el peso del señuelo, el viento o los lugares van cambiando, y uno trata de ajustar los equipos al ambiente en donde está por realizar las pruebas.
Con los señuelos elegidos y los equipos a punto, caminamos unos metros hasta la zona de pesca. Una de las características más lindas de este dique es que el agua resulta muy transparente, y posee piedras, muchos palos y troncos sumergidos, ambientes ideales para las taruchas. Si utilizamos anteojos polarizados, por la claridad del agua podemos divisar a las tarariras que merodean cerca de la costa o están al acecho atrás de algún palo.
La vegetación acuática cerca de la orilla obligaba a los niños a usar señuelos con antienganches, como ranitas de goma y Goziolures. Después nos dirigimos hacia otros sitios más despejados, en donde usamos minnows de unos nueve centímetros. Rindieron muy bien los Inna de Marine Sports y un articulado de DAM, el Effezett Viper, de unos nueve centímetros. Los colores que mejor resultaron fueron rosado, plateado, celestes, verdes flúo y algunos blancos.
Al principio costó lograr algunos piques, hasta que fuimos a la “cueva” de Martín. Fue realmente un espectáculo de piques, saltos de taruchas y cañas dobladas al máximo. Los chicos no nos dieron respiro. Por momentos las tres cañas tenían pique y con Martín levantábamos las tarariras, desprendíamos los señuelos, las soltábamos, y casi en simultáneo ya tenían otra prendida.
Fueron tres horas de pesca incesante, con tamaños diversos y situaciones inolvidables. Muchas atacaban en superficie, pero la gran mayoría, seguramente por el agua aún fría, tomaban los señuelos de media agua.
En kayak
Martín, aprovechó también para rodear una bahía en un práctico kayak Rocker Twin, con el cual la pesca se torna mucho más efectiva, ya que desde el kayak, los puntos de pesca van variando y se suelen conseguir mejores resultados. Este modelo de kayak, tiene una gran capacidad de carga, mucha estabilidad, y navegar por las aguas del dique es un verdadero placer.
Desde que Martín comenzó a pescar desde el kayak, sus jornadas son totalmente exitosas ya que la perspectiva y la posibilidad de acercarse a los sitios más efectivos de la zona son incomparables.
En el breve recorrido que efectuó, pudo lograr el pique de varias tarariras de muy buen tamaño.
Al ser un dique en el cual no se puede navegar con lancha a motor de explosión, la pesca en kayak es la ideal. Pronto se realizará un encuentro de pesca en este ámbito que es de una imponente belleza.
Cerca de las 17.00, decidimos terminar la breve, pero altamente efectiva, jornada de pesca.
Si algo nos faltaba para seguir enamorándonos de esta región era una pesca como la que tuvimos, con más de 50 piques de tarariras de distintos tamaños.
Regresamos a las cabañas y por la noche disfrutamos de un sabroso asado en el quincho del Complejo Barrancas del Río, sitio que combina naturaleza, comodidad, pesca y ambientes para ser disfrutados por toda la familia en distintas épocas del año.
Se acerca el calorcito de setiembre, y las taruchas lentamente se van poniendo más activas, una invitación para disfrutar de este ambiente que lo dejará fascinado.