A escasos treinta días de lo que tradicionalmente ha sido el inicio de la Temporada de Caza Menor en nuestro país, sostenemos un alto grado de ansiedad y expectativas que de todo corazón, deseo podamos hacer realidad en un contexto realmente difícil.
Textos: Néstor Baldacci – nestor.baldacci@hotmail.com / Fotografías: Damián Gallo
¿Qué hicimos los argentinos para merecer tantos problemas? La verdad, la verdad… no lo sé, y supongo que a ustedes les pasa lo mismo. Arrancamos el 2020 con una pandemia mundial que nos mantuvo encerrados durante meses y, justificado o no, el encierro nos dejó sin cazar, pero, al mismo tiempo y sin que casi nos diéramos cuenta por estar tan absortos con la evolución del covid-19, en nuestra región se empezaba a acentuar el hoy ya archiconocido fenómeno de “la Niña” que había iniciado sus efectos un año antes con una gran bajante de nuestro río el Paraná y a modificar el régimen anual de lluvias.
Pero claro, durante el 2020 lo que más nos preocupaba era el virus y pocos nos dimos cuenta que el río Paraná, luego el Salado y el Uruguay, descendían a niveles históricos, para mantenerse así, prácticamente hasta hace poco más de un par de meses. Increíblemente, estuvimos con nuestros ríos prácticamente desaparecidos por casi tres años.
Este fenómeno iba acompañado de una sequía que fue cada año más intensa, lo que sin lugar a dudas ha afectado muchísimo a nuestra fauna e incluso sufrimos en carne propia en el hecho de que nuestros perros de caza encontraron, sobre todo a partir de la segunda mitad de la temporada 2021, grandes dificultades para sostener sus muestras o incluso encontrar emanaciones.
Creo que si hacemos un poco de memoria vamos a recordar muestras en falso, perdices que se levantaban atrás nuestro y trabajos dubitativos de nuestros fieles compañeros de aventuras… y, ni hablar, de lo pelados que quedaron muchos excelentes potreros.
Sin ir más lejos, recuerdo el año pasado que volvimos a Tandil a cazar a unos campos entre sierras, increíblemente hermosos y abundantes en fauna y nos encontramos con los cerros prácticamente pelados con una población bastante más escasa y esquiva de perdices, fruto, obvio, de la sequía y de la necesidad del dueño del campo de meter las vacas en esas sierras a comer pastura natural porque los potreros no le rendían.
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